No cabe duda de que el festival musical «Primavera Sound», que se celebró el pasado fin de semana en Oporto (Portugal), notó el paso de más de una docena de ciudadanos provenientes de Cangas del Narcea. Sólo así se explica que uno de los grandes grupos del evento, «My Bloody Valentine», cerrase su concierto el sábado, ya cerca de las tres de la madrugada, con un espectáculo de luz y sonido que pasó por ser un calco exacto de La Descarga que cada 16 de julio se celebra en la villa del Suroccidente. Es posible que ni los propios artistas lo supiesen, claro, que todo esté en la imaginación, pero eso no impidió que se oyera un sonoro «¡Viva la Virgen del Carmen!» tras tamaña burrada sonora y escénica.

Los cangueses que salen en grupo al exterior, más allá de los confines de Javita o Leitariegos, suelen tener unas características muy parecidas: ruidosos, fiesteros, con ganas de comer, de beber y haciendo amigos a cada paso que se da. Pasa con todas las asociaciones. Pasa con todas las peñas. Pasa con los amantes de la música independiente, como es el caso.

No es que sea la organización el elemento que mejor define esta clase de escapadas comunitarias para los cangueses, no. Empezando porque, como quien dice, fueron más coches que individuos al evento, y por las más variadas rutas. Y eso que en cada coche iban varias personas. Esta anomalía matemática, nuevamente, no tiene explicación más allá de Javita o Leitariegos.

Y es que, dependiendo de a quien se llamase o se mandase un «wassap», podía responder el receptor desde Verín, Benavente, Lugo, Ponferrada o donde cuadrase.

La organización, de nuevo, se ponía de manifiesto en la hora de la comida o en la manera de elegir los conciertos a ver. En todos los casos, los cangueses más bien parecen partículas atómicas que vagan sin aparente orden y concierto, chocando y rebotando entre sí, para acabar confluyendo, como por arte de magia, en un mismo punto sin que medie poco más que la suerte en el feliz encuentro.

Uno de esos puntos de sintonía común se produjo en un restaurante de Oporto en el que, sorpresa, había una guitarra. En el grupo de cangueses hay, que se sepa al menos, dos músicos, miembros de la banda «Pingüino» que, dejando de lado su timidez habitual, se lanzaron a interpretar canciones de «Los Planetas», en un primer momento, a lo que se unió el resto de los presentes, pues es una de las bandas españolas de referencia para los asistentes al «Primavera Sound», y de Kiko Veneno, después, para terminar con algún que otro gran clásico de los propios «Pingüino».

Por lo demás, el festival sirvió para demostrar que las fiestas de campo siguen estando vigentes. Para que me entiendan los que no estuvieron allí: era como San Roque o como El Acebo. Nos daban hasta un mantelín de cuadros a la entrada para sentarse en el prao; lo único que de verdad faltaba allí era una empanada, una tortilla de patata, unos filetes empanados, sólo que cambiando a «Beatriz y su acordeón» por «James Blake y su acordeón».

Es más -como bien apuntó uno de los cangueses, del pueblo de Curriellos en concreto (prefiero preservar el anonimato del protagonista), con absoluta sinceridad-, el festival sería mucho mejor si actuasen los «Waykas», banda local de fiestas populares, pues la experiencia, nueva para él, le pareció fantástica, «salvo por la música».