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Desmesura en Grandas

La polémica por la intención vecinal de grabar las sesiones plenarias

Desmesura en Grandas

Podía suponerse que en Grandas de Salime había vuelto la tranquilidad una vez finalizada la contienda entablada por el dominio del Museo Etnográfico.

Pepe el Ferreiro había parido y apadrinado un enclave que da prestigio a la localidad, al tiempo que otorgó a su persona notoriedad y protagonismo en todo el Principado. Auspiciado y amparado por los mandamases de la capital sorteaba y ninguneaba la autoridad local, circunstancia que poco a poco llegará a colmar la paciencia de Revilla. Declarado el duelo entrambos, se exhibieron las armas más hirientes y las artes menos caballerosas.

Eran dos locomotoras a todo vapor por el mismo carril frente a frente. Al uno le molestaba que alguien de diese sombra, al otro que tan siquiera se tomase el sol.

José Naveiras puso sobre la mesa todos sus avales, pero se equivocó. Pesó más la militancia política del Alcalde. Como consecuencia de tal lance, ahora el Alcalde pretende volar sólo sobre su territorio, entiende que el poder es directamente proporcional al número de súbditos y a la extensión del territorio controlado. Confunde una mayoría absoluta en las urnas con el absolutismo de un cargo. No soporta la mínima disidencia ni razones contrarias a su proceder.

Las razones de quienes pretenden grabar las sesiones plenarias del Ayuntamiento pueden no ser muy honorables, pero no se puede menoscabar el carácter público de lo que en ese acto ocurre y ese derecho asiste a toda la población.

Lo más reciente, que se supone no será lo último, es impedir el acceso a un técnico, arqueólogo de la Consejería, al Chao San Martín. Este tipo de posturas rígidas y caciquiles se asemejan a las vistas recientemente en un, ahora famoso, barrio de Burgos o al desenlace de la pretensión sobre la sanidad madrileña. La legalidad que le da su cargo no supone que esté siempre acertado ni que sean justas sus resoluciones.

Con esta actitud Eustaquio Revilla extiende su campo de confrontación más allá de los límites de su territorio. Sus dardos se dirigen ahora al epicentro del Gobierno autonómico y al tiempo a la cúpula del PSOE.

Puede confiar en su carisma en el municipio que rige. Puede refugiarse en los resultados electorales. Pero sin el cobijo del paraguas del partido sus días como alcalde puede que ya estén contados.

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