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Vandalismo y vendavales

La dificultad de entender lo que ha pasado con el Museo del Calamar Gigante de Luarca

Vandalismo y vendavales

Es muy posible que todo sea producto del léxico; en décadas pasadas hablábamos de tormentas, borrascas o vendavales, ahora estos vocablos han quedado relegados frente a los más científicos de "ciclogénesis explosiva", ya muy familiar en los últimos inviernos y en gran parte porque nos llegan acompañados de nombres femeninos que parecen de nuestras propias familias.

Se suele decir que a perro flaco todo son pulgas, y esto es lo que está pasando con nuestra querida tierra, apenas si teníamos para "remendar" las deterioradas carreteras y ahora, para colmo de males, las fuerzas de la naturaleza se han desatado, de forma airada, como queriendo infligirnos un castigo por el mal trato que le estamos dando, pero nuestra naturaleza humana no tiene solución y no queremos reconocer ni rectificar nuestros errores ni aun con los más airados avisos; así les pasaba a los faraones egipcios cuando les mandaban las plagas de advertencia; pasada la plaga, volvían a la carga... y así siglo tras siglo.

De un extremo al otro de la costa cantábrica las galernas ciclogénicas se han cebado con las estructuras de playas y puertos cargándose todo cuanto encontraban a su paso, elevando bloques de hormigón que, teóricamente, eran para romper las olas, pero el mar enfurecido no ha respetado nada; se ha llevado terrazas, maquinaria de hostelería, cajas de medicamentos y también se ha llevado por delante unos de nuestros museos más emblemáticos, un museo de referencia mundial y con una gran estabilidad científica, producto de una labor constante, durante muchos años, de Luis Laria, entregado totalmente al estudio y a la protección de los cefalópodos y de otras muchas especies marinas y terrestres, algo así como la labor de Pepe el Ferreiro con el Museo Etnográfico de Grandas de Salime.

Luis Laria es el alma máter de Cepesma, del Centro de Recuperación de las Especies Marinas y del Aula del Mar de Luarca; todos estos centros son de gran interés público por lo que aportan al desarrollo de la ciencia en el conocimiento del mundo marino y de su protección, por ello, el desastre del golpe de mar que destrozó el Museo del Calamar Gigante ha sido un duro golpe para el trabajo científico que venía desarrollando y para la vida económica de Luarca en el campo del turismo, ya que este museo era de los pocos que tenemos con entidad e interés propio. Una auténtica aula didáctica en donde nuestros alumnos podrían meditar sobre la esencia de nuestra condición de seres humanos.

Me ha sorprendido el vendaval que provocó el golpe de mar que destrozó el museo, pero mas aún me sorprendió el nivel cultural de algunos seres que, perversamente, no encuentran más entretenimiento de destrozar las pocas urnas que habían quedado completas con sus especies dentro. Indudablemente, la mayor parte de nuestros problemas pasan por la base de nuestras raíces; la educación, sin educación no podemos tener cultura ni respeto, lo que significa que no podemos disfrutar de libertad y democracia.

¿Estaremos perdiendo el norte? Siempre surgirá alguien diciendo que eso ha ocurrido siempre, que es una simple gamberrada, pero yo sigo sin entender que en pleno siglo XXI, con un alto porcentaje de bachilleres y titulados superiores, no seamos capaces de valorar las obras realizadas por los demás, que redundan en beneficio propio, y en respetar el bien común que es patrimonio de todos.

No hay palabras para calificar el acto de vandalismo que ha tenido lugar en Luarca y que, socialmente, es más destructivo que el vendaval; este acto nos debería hacer meditar a todos, porque no son cuestiones puntuales ni pasajeras; puede ser el síntoma de una sociedad enferma.

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