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Toda una vida

El artesano de los barcos vive en Castropol

Pepe de Pacho lleva casi cuarenta años fabricando maquetas según la técnica usada en su taller de ribera de Berbesa

El castropolense José Félix González, más conocido como "Pepe de Pacho", ha sabido convertir su profesión en un auténtico hobby. Sólo así se puede explicar la colección de 74 miniaturas de barcos que atesora en su casa de Piñera (Castropol), en la que se combinan sus habilidades como carpintero de ribera y su pasión por el mar.

En el año 1977 hizo su primera maqueta, aunque aclara que en sentido estricto no es un maquetista, sino que usa la misma técnica que para hacer las embarcaciones de ribera que durante décadas salieron del astillero Los Pachos, fundado por su padre en 1940. "No soy un maquetista, soy un aficionado; hago los barcos tal cual se hacen en el astillero", precisa González.

La segunda de sus creaciones acabó en la basura y no se decidió a retomar la técnica hasta que pasaron unos años. Se lo comentó a su mujer, Mirita García, y ésta desempolvó aquella maqueta que, sin comentarlo con nadie, había rescatado del olvido. Desde entonces no ha parado de fabricar estas pequeñas joyas, que almacena en la planta alta de su vivienda, donde recibe encantado decenas de visitas.

Pepe es meticuloso y deja constancia escrita de las fechas de sus trabajos y también de las horas dedicadas a cada pieza. Por eso puede afirmar que ha dedicado a sus particulares maquetas alrededor de 28.000 horas. No le gusta regalar ni vender sus creaciones, pues siente mucho deshacerse de un trabajo en el que ha invertido tanto mimo y tiempo. Tampoco está solo en su pasión, ya que cuenta con la colaboración de su esposa Mirita, encargada de confeccionar las velas. "Es una maravilla, si no la tuviera no podría hacer esto. No es fácil lo que hace, tiene tanto mérito como yo", explica.

En su colección hay algunas réplicas de embarcaciones que por una u otra razón le llamaron la atención, pero también buena parte son copias a pequeña escala de las embarcaciones fabricadas junto a su hermano Carlos en el taller de Los Pachos. Su padre lo puso en marcha en la conocida como playa de Salías y tiempo después se mudó a Berbesa, donde hoy sigue abierto, regentado por su sobrino Martín y convertido en el último taller de embarcaciones de ribera de Asturias.

Pepe fue a la escuela hasta los 14 años y a esa edad comenzó a trabajar junto a su padre, Marcelino González, que ejerció como albañil hasta que, a la vuelta de la Guerra Civil, entró a trabajar en un astillero que funcionaba en la ensenada de La Linera (A Lieira). Después, decidió ponerse por su cuenta y fundar un negocio que ha sustentado a tres generaciones de su familia. Pepe conoció la época dorada de la fabricación artesanal de barcos, cuando el astillero llegó a tener contratados a varios empleados. Entonces se hacían más barcos de pesca que de recreo, una tendencia que se invirtió cuando Pepe y Carlos se hicieron cargo del astillero.

Todo el mundo les conoce por Los Pachos, un sobrenombre que data de la época de su bisabuelo, conocido como el 'tío Pachín'. Cuenta Pepe que éste fue el primero de la familia en construir embarcaciones, aunque el de carpintero de ribera no era su oficio.

Hizo dos; una nunca llegó a navegar y la otra se usaba para recoger algas de la ría con las que abonar las tierras de labranza.

Del astillero de Los Pachos salieron embarcaciones para los destinos más variados, desde Galicia a Cataluña, pasando por Sevilla y hasta por Francia. Pero si hay un destino que destaque en su lista de pedidos es Galicia. "Lo que más trabajamos son botes de vela, que son para navegar por ría y, claro, en Galicia hay muchas más que aquí", aclara. Los botes de vela -conocidos en el Eo como botes de vela latina, aunque en realidad son de vela mística- también abundan en el estuario fronterizo y la mayoría, dice orgulloso el artesano castropolense, salieron del taller de Berbesa.

En su etapa en activo, el astillero vivió épocas de mucho trabajo y otras de poca ocupación, pese a las cuales pudieron salir adelante con empeño y sacrifio. Ahora las cosas se han puesto complicadas pues la fibra, que exige menos mantenimiento, gana terreno a la madera y ya son pocos los que encargan embarcaciones artesanales.

Lamenta González que el oficio esté abocado a desaparecer y culpa en buena manera a las administraciones, que nada hacen por mimarlo y preservarlo. "Que si inspección de buques, que si normas de Bruselas para hacer un bote y que te llegan en inglés... todo son trabas", lamenta.

Pese a estar jubilado, Pepe no perdona su visita diaria al taller de Los Pachos, donde su sobrino lucha por salir adelante. "Me gusta que siga, prefiero verlo produciendo que no cerrado", precisa. Aprovecha su visita para hacer alguna de las piezas de las maquetas, que luego ultima en su casa. Mientras la vista se lo permita, confiesa, piensa seguir elaborando maquetas y solo espera que algún día su querido Castropol sepa rendir homenaje al oficio de carpintero de ribera que tanta gloria dio al concejo.

Mientras tanto, Pepe no pierde el tiempo. Las horas se le van con la elaboración de embarcaciones y también recorriendo por tierra y mar cada esquina de la ría del Eo, que cada mañana vigila desde su casa de Piñera: "Lo primero que hago al levantarme y lo último que hago al acostarme es mirar la ría, es una maravilla".

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