En "Los santos inocentes", la novela de Miguel Delibes, convertida en obra magistral de cine por Mario Camus, hay una escena que todos, los más avezados al séptimo arte o los que casualmente vieron la película, recuerdan como de las más escabrosas. El señorito, malhumorado por haber tenido un mal día de caza, descarga su furia contra la grajilla que el viejo Azarías tenía de mascota. No son los córvidos unos animales que gocen de amplias simpatías, pero en ese momento el espectador siente lástima por el pájaro, siente desprecio por el vil cazador y no le parece excesiva la reacción de Azarías poniéndole la soga de corbata.

Cada vez son más generalizados, al menos en el Primer Mundo, el respeto y el buen trato hacia los animales en general. En los hogares españoles ya es tan común un animal de compañía, sobremanera el perro, como la lavadora o el microondas. Aparentemente, existe una relación idílica entre animal y humano. Nada más alejado de la realidad. Cada año en este país son miles y miles los perros que, pasado el tiempo de afable convivencia, son abandonados en cualquier paraje hostil para el cuadrúpedo.

No es fácil entender que una parte de la población, que se considera más sensible que el resto, se movilice en defensa de la vida de un perro, sacrificado por mor de un supuesto riesgo de salud pública, y al tiempo se conviva con un preocupante silencio cuando se sabe que son miles los humanos muertos por esa incontrolada epidemia.

El Ayuntamiento de Valdés, en sesión plenaria, ha resuelto prohibir en el municipio todo espectáculo, tales como los circos, en el que participen animales. Es evidente que son siempre reprobables los casos en que a los animales, sean de la especie que sean, se les aparta de su entorno natural. Es preferible no pensar que estamos en la antesala de plantear iniciativas que cuestionen la estabulación de las vacas, el enjaulado de jilgueros o el engorde de cerdos para la matanza. Conviene no pasarse de frenada.

Retomando el film mencionado al inicio, lo más trágico de él es contemplar cómo el señorito Iván trata a la familia de Paco el Bajo. No se ha de dudar de que el perro es el mejor amigo del hombre ni de que el hombre es el mayor enemigo de todo cuanto nace, crece y vive.