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Cuando Tapia olía a chocolate

El producto "estaba riquísimo, sin adulterar", recuerda una nieta de Mariano López, gestor durante 40 años de la popular fábrica de San Blas, cuya maquinaria ha sido cedida al municipio

Trabajadores en el interior de la fábrica de chocolate. FOTO CEDIDA POR LA PÁGINA "TAPIA EN EL RECUERDO"

En la segunda década del siglo XX Mariano López (1883-1965), hijo y nieto de chocolateros, funda en el barrio tapiego de San Blas una fábrica de chocolate y caramelos. Casa Mariano se convirtió rápidamente en un establecimiento emblemático de la villa donde no sólo se vendía chocolate de elaboración casera, sino donde se podía adquirir también todo tipo de artículos. Ahora, los restos de la fábrica pasarán a ser patrimonio de los tapiegos por expreso deseo de los siete nietos de Mariano.

López nació en Puerto de Vega (Navia), pero siendo niño se mudó a Tapia, de donde procedía su familia y donde pasó la mayor parte de su vida. A punto de cumplir los cuarenta, y tras varios años dedicado al comercio, dio el paso de construir su propia fábrica de chocolate, cumpliendo con una tradición familiar que se remontaba al siglo XIX. No en vano la abuela de Mariano ya era chocolatera.

Delfina Martínez Campoamor fundó en el primer tercio del siglo XIX una fábrica en el barrio de A Guardia, que regentó junto a su marido Antonio Maseda. El oficio lo heredó su hija Constantina Maseda, que se casó con un carabinero llamado Antonio López con el que años después regentó una confitería en la villa. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Mariano, Manuel, Rosario y Delfina. Dos de ellos siguieron con la tradición: Mariano montó una fábrica de chocolate y Manuel, popularmente conocido como "Milín", abrió en 1927 la confitería Milín, más centrada en la elaboración de pasteles.

La fábrica chocolatera de Mariano estuvo funcionando de manera ininterrumpida durante unos cuarenta años, aunque sus nietos desconocen la fecha exacta de inauguración y de cierre. Antonio López apunta que dejó de operar a principios de la década de los sesenta, pues hacía falta acometer una modernización a la que su abuelo no estaba dispuesto. "Mariano era un emprendedor y también muy trabajador, pero tenía un carácter fuerte y dominante", precisa López, quien recuerda que pasó muchas tardes después de la escuela envolviendo caramelos. Su padre Antón emigró a Madrid tras el cierre de la fábrica y acabó trabajando de pastelero en el hotel Palace.

También Covadonga, la mayor de todos los nietos, tiene buenos recuerdos de su infancia en la fábrica y no se le olvida el sabor de aquel chocolate: "El olor de la fábrica era impresionante y el chocolate estaba riquísimo, sin adulterar". El libro "Historia de Tapia a través de sus calles" refiere algunos datos sobre el proceso productivo: "El cacao llegaba en estado natural y había que tostarlo, descascarillarlo y desengrasarlo, incorporándole a renglón seguido la harina y el azúcar necesarios. Tras estas operaciones se pasaba al traqueteo, que en un primer momento se realizaba a mano y que más tarde pasó a hacerse de forma mecánica gracias a una máquina inventada por su hijo mayor". En el libro se indica que la producción media oscilaba entre 50 y 70 libras de chocolate diarias, que llegaban a 200 e incluso a 300 en fechas señaladas. El chocolate, que llegó a tener mucha fama en la comarca, se vendía en el territorio comprendido entre Boal y Ribadeo. "Se vendía mucho para fuera; tenía fama", confirma Covadonga.

Cuando el año pasado falleció Asunción López, conocida como "Asuncionía de Mariano" y que era una de los cinco hijos del fundador de la fábrica, sus sobrinos y herederos tomaron la determinación de donar al Ayuntamiento de Tapia las antiguas máquinas que están "tal cual las dejó mi abuelo", según precisa Covadonga.

Todos los nietos están de acuerdo en la importancia de su recuperación, pues forma parte de la historia de la villa: "Es la manera de que todo el mundo tenga un recuerdo de la fábrica", precisa otra de las nietas, Antonia López. El menos optimista es Antonio, pues considera que haría falta una intervención urgente para salvar la maquinaria, que lleva años a la intemperie después de que se desplomara el techo de la fábrica, ubicada frente a la capilla de San Blas.

La fábrica del concuñado

El investigador tapiego Diego Méndez considera una gran noticia la donación de los restos de Chocolates Mariano, una de las dos fábricas de chocolate que operaron en la villa en la historia más reciente. La más veterana y que funcionó durante más tiempo fue Chocolates Mariano, pero en los años treinta también abrió sus puertas la regentada por Manuel Villamea, que estaba emparentado con Mariano, pues sus esposas eran hermanas. En el citado libro "Historia de Tapia a través de sus calles", del que Méndez es coautor, se narran algunas curiosidades de la fábrica de Villamea, como el hecho de que elaboraba chocolate para taza a partir de cacao de Guinea y que suministraba este producto al ejército.

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