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Luciernas, pueblo de emprendedores

La restauración y los cultivos de fabas y árboles frutales, entre otros productos, han ido sustituyendo a la ganadería de subsistencia en la localidad tinetense

Adonina Álvarez, Adrián Álvarez y Casimiro Álvarez, en la plantación de fabas. A la derecha, Telva Cachero y Ernestina Francos, en su bar-tienda. DEMELSA ÁLVAREZ

Dividido por la carretera AS-350, que une Tineo con Bárcena del Monasterio, se encuentra el pueblo de Luciernas, en un tiempo muy conocido en el Suroccidente por las truchas que ofrecía la casa de comidas que aún se mantiene como bar, restaurante y tienda.

Tradicionalmente dedicado a la ganadería de subsistencia, Luciernas, como otros muchos pueblos, fue enfrentándose a los sucesivos cambios del mundo rural que supusieron la pérdida masiva de población y que dejaron la localidad con más de la mitad de sus casas abandonadas. Aún así, sus habitantes han sabido adaptarse y encontrar otras formas de explotar el campo, creando nuevas líneas de negocio que les han permitido seguir en el pueblo.

Es el caso del joven Adrián Álvarez, quien, tras estudiar Informática, decidió retornar al pueblo e iniciarse en la producción de fabas. "Trabajé durante un año, pero dadas las condiciones decidí volver al pueblo, algo que siempre me gustó y que para mí no es deshonra ninguna", afirma. Aunque su familia tuvo ganadería, él decidió aventurarse como agricultor. Desde siempre en el pueblo se habían sembrado fabas y era reconocida su calidad, así que eso le hizo pensar que podría convertirse en su salida profesional. "Crear una ganadería desde cero es muy costoso y esto me suponía una inversión mínima; además, sabía que se daban bien y que podría sacar rendimiento a corto plazo", relata.

La ubicación del pueblo hace que sus campos sean buenos productores de hortalizas y de árboles frutales, algo que también abunda, al encontrarse en Luciernas un vivero que se utiliza para crear biodiversidad en el entorno.

A pie de carretera se encuentra el que actualmente es el único bar y restaurante de Luciernas (que llegó a tener dos), Casa Martín. En su cartel aún conserva la imagen de la trucha, especialidad que le dio fama. Pescadores de la zona se dirigían allí para vender sus capturas, que luego Telva Cachero preparaba en su cocina. Cuando las normas de sanidad alimentaria fueron modificadas, esta práctica tuvo que desaparecer y el restaurante se adaptó a los nuevos tiempos ofreciendo "otro tipo de especialidades, como las paellas y el pitu caleya", explica Ernestina Francos.

A pesar de la pérdida de población de las últimas décadas, hace unos años Luciernas recibió como un soplo de aire fresco la llegada de una numerosa familia holandesa que se instaló en una de las casas del pueblo. Compuesta por 18 miembros, la familia ha doblado la población de la localidad y la ha llenado de juventud, ya que entre sus miembros se encuentran 15 niños. La búsqueda de la tranquilidad y de la seguridad para los más pequeños ha sido lo que ha llevado a esta familia a trasladarse a la aldea tinetense, donde se han encontrado "con unos vecinos muy buenos que nos ayudan mucho", recalca el cabeza de familia, Luis Sánchez, de orígenes andaluces.

Mañana todo el pueblo se reunirá para celebrar su fiesta.

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