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La picadura de las abejas de Boal cura

El fisioterapeuta Carlos Vázquez es pionero en Asturias en usar el veneno del insecto para terapias por su poder antiinflamatorio, analgésico y antibiótico

Tres secuencias del proceso que realiza Carlos Vázquez, desde que aproxima la abeja hasta que clava el aguijón y deja su veneno. marcos león

El fisioterapeuta gijonés Carlos Vázquez creció oyendo historias que hablaban de los poderes curativos de las abejas. "Tengo orígenes en Boal y desde siempre se oían cosas a los mayores de lo buenas que eran para curar la artritis, para los huesos, decían que a quien le picaban estaban más sanos...". Así que una vez que se profesionalizó en el cuidado de la salud decidió investigar sobre el tema y formarse sobre una terapia que en España ha tenido pocos adeptos.

Cursos en Madrid, alguna sesión formativas en Francia y mucha lectura de investigaciones publicadas le han acabado convirtiendo en el pionero de la aplicación en Asturias de la apitoxina -como se denomina al veneno de estos insectos-, con abejas vivas, y un referente en España donde están creciendo los profesionales interesados. Su clínica de Gijón es ahora un punto de encuentro, cada cierto tiempo, de médicos, fisioterapeutas y otros profesionales que quieren explotar la vena curativa de unos animales que ya está descrita desde la antigüedad. "Alejandro Magno tenía gota y según el testimonio que ha quedado se le curó con veneno de abeja", explica Carlos Vázquez.

Enfermedades inflamatorias, procesos con dolor crónico, problemas inmunitarios son algunas de las cuestiones que arrastran los pacientes de Vázquez que desde hace más de cinco años se están beneficiando de las picaduras de las abejas que el propio fisioterapeuta captura en las colmenas que tiene en Boal. Cada dos semanas coge una remesa nueva de unos cien individuos para traerla a Gijón. Y van muriendo a medida que Carlos Vázquez los aplica a sus enfermos.

Las propiedades descritas de la apitoxina -antiinflamatorias, analgésicas, fortalecedora del sistema inmunitario, antibiótico y antiviral, principalmente- la convierten en un remedio muy eficaz, "y sin efectos secundarios", para muchas enfermedades muy comunes y con distintos niveles de gravedad. Esguinces, tendinopatías, artritis... fueron su inicio. "Empecé probando en mí mismo con lesiones deportivas crónicas, y cuando vi lo mucho que mejoraba me animé a llevar a cabo las terapias con más gente. Ahora hay un cincuenta por ciento de pacientes que según veo cómo evolucionan sus lesiones les ofrezco la terapia con abejas, y otro porcentaje que llega directamente porque han estado buscando quién se dedique a esto", cuenta Vázquez. En la actualidad tiene incluso pacientes con enfermedades que están pasando procesos oncológicos.

Una cuestión previa es innegociable: antes de cualquier aplicación del veneno el paciente debe hacerse una prueba de alergia. Es difícil que haya problemas porque "menos de un 0.1% de la población es alérgica. Lo que ocurre es que mucha gente malinterpreta la hinchazón con la alergia. Es todo lo contrario, en esa hinchazón está lo curativo. La persona alérgica es aquella a la que le aparecen síntomas después de una picadura en lugares que no son donde picó la abeja", explica el experto.

El dolor hay que pasarlo, eso sí, aunque "eso no suele ser el problema. Quien está mejorando se olvida totalmente de que el picotazo duele". El inicio siempre es prudente, con el veneno de un insecto, y en cada sesión se va incrementando la aplicación. Lo normal es no llegar a la media docena de abejas, "aunque en algún caso grave he aplicado hasta 25". Y no siendo lo mejor de la terapia, tampoco es despreciable el hecho de que no es patentable. Ninguna empresa se puede enriquecer con un elemento natural que, quizá por eso, tampoco está explotado.

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