Hay un antes y un después de ser Pueblo Ejemplar. Los que ostentan este galardón reconocen que la entrega supone un punto de inflexión: coloca en el mapa, atrae turismo y genera nuevas oportunidades. Así lo manifestaron en el sexto encuentro de "pueblos ejemplares" que ayer acogió Castropol, organizado por la Fundación Princesa de Asturias. "Somos una gran familia", señalan los participantes, que disfrutaron de una intensa jornada en el pueblo distinguido en 1997.

"Recibir este galardón fue una alegría generalizada y un reconocimiento a la comunidad vecinal y a la Hermandad de la Probe", apunta el alcalde en funciones de Morcín Jesús Álvarez Barbao. Señala que, desde 2002, cuando fueron elegidos, "ha habido más visitantes y más turismo", al tiempo que cree que es muy positivo mantener contacto entre los diferentes pueblos premiados. "De hecho, en septiembre, con motivo de la feria de los quesos artesanos de Asturias que organizamos, siempre invitamos al último Pueblo Ejemplar; este año vendrá Boal", añade.

Las ventajas también se conocen en el extremo más occidental del Principado. "Desde que comenzamos a presentar nuestra candidatura se sabe que San Tirso de Abres está en Asturias, que había un poco de duda", bromea Ángel Prieto, presidente de la Asociación Cultural San Tirso del Eo, merecedora del galardón en 2011. "Es maravilloso para cualquier pueblo rural y pequeño como es el nuestro entrar a formar parte de esta familia de los "pueblos ejemplares". No es sólo el día de la entrega, es además estar vinculado a la actividad que desarrolla la Fundación Princesa de Asturias, muy enriquecedor", concluye.

Ser ejemplar es algo que dura para siempre, y que exige constantemente superarse y no bajar los brazos. Así lo considera Etelvino González, presidente de la asociación Cubera de Villaviciosa, galardonado en 1991. "Al cabo de tantos años seguimos manteniendo el tipo. Te nombran como ejemplo, y tienes que darlo día a día", subraya. Para todos aquellos que aspiran a suceder a Boal en el palmarés de esta medalla, González ofrece un consejo: "Que no piensen en el premio, que se olvide, y que trabajen para el beneficio de sus vecinos. El premio, si el trabajo está bien hecho, llegará tarde o temprano". Considera, asimismo, un gran beneficio pasar a formar parte de esta "familia mental" que forma el grupo de los premiados.

Los recién llegados al club son los boaleses, llenos de ilusión tras recibir la visita real el pasado mes de octubre. "Nos sentimos novatos, pero con mucha ilusión, satisfacción y orgullo de vivir esta experiencia, que consideramos muy gratificante y enriquecedora", declara Amparo Díaz, representante del movimiento asociativo y vecinal merecedor de la vitola de ejemplar. Afirman que tienen "unas ganas terribles" de compartir experiencias, conocer y aprender para mejorar el futuro del pueblo. "Con ellos aprenderemos a caminar juntos por el camino que se nos ha abierto este pasado año", expresa Díaz. Dieciséis de los veinticinco "pueblos ejemplares" elegidos hasta la fecha estuvieron representados en Castropol, donde se demostró, una vez más, la capacidad de este reconocimiento para vertebrar la zona rural asturiana. Los participantes pudieron compartir experiencias, intercambiar impresiones, y reflexionar sobre el futuro del medio rural asturiano.

A ello aportaron su punto de vista los dos ponentes invitados. Luis Alfonso Pérez, gestor de una pequeña industria apícola, destacó la importancia de la formación y del apoyo de las instituciones a la hora de crecer y lanzarse al comercio exterior. Por su parte, Antonio García Allut, director ejecutivo de la Fundación Lonxanet, puso de manifiesto la necesidad de involucrar a los pescadores en una nueva gobernanza marítima que permita una sostenibilidad social y ambiental de la actividad pesquera.