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Puerto de Vega, meca del tatuaje

Decenas de asturianos, sobre todo de las cuencas mineras, acuden a la localidad naviega para pasar por las manos de Abel Suárez: "Es el boca a boca"

Abel Suárez, en su estudio de Puerto de Vega. G. GARCÍA

Con el pulso firme, la mirada fija y mucha paciencia, Abel Suárez dibuja arte en el cuerpo de sus clientes. Hasta Puerto de Vega, de donde es "de toda la vida" y donde tiene montado su estudio en un pequeño local, llegan semanalmente decenas de personas de toda la región, especialmente de las cuencas mineras, donde tiene un gran tirón. "Ha sido suerte. Así es como funciona el boca a boca, comencé con una persona de aquella zona y ahora es casi mi mejor clientela", reconoce Suárez, que ya se ha convertido un tirón más del pueblo.

Sus inicios en el tatuaje estuvieron marcados por su afición al dibujo. "Siempre se me dio bien dibujar. Mis compañeros me animaron a pasarme el tatuaje, y tras hacer unas pruebas, me decidí", cuenta este naviego. En La Calzada de Gijón está el estudio donde comenzó a dibujar sobre la piel, y a donde llevaba a sus amigos para que hicieses de "conejillos de indias" en aquellos primeros pasos. "Al principio, un tatuaje me llevaba mucho tiempo", recuerda.

Hoy en día todo aquello ha cambiado. De Gijón a Puerto de Vega, donde trabaja en su estudio. De aprendiz a profesional con lista de espera, y con una clientela fiel en la que poco a poco ve cambios. "Hoy en día todo el mundo se tatúa. Hoy vienen padres, madres e incluso abuelos. Alguna abuela ya ha venido a hacerse tres o cuatro tatuajes", señala. La tinta bajo la piel, cuenta, eran antes más propia de "gente que salía a navegar", de un puñado en el pueblo, que, además, "estaban mal mirados". Eso también ha cambiado: "Ya no se asocia a ningún tipo de comportamiento o ideas negativas. Es lo más normal; en incluso para algunos trabajos, como en ciertas tiendas de ropa, son un punto a favor", explica

Es rara la semana que no atiende a un buen puñado de clientes de las cuencas mineras asturianas, que, además de llevarse un tatuaje para toda la vida, pasan la jornada en el pueblo y disfrutan de la gastronomía local. "Un chico de allí vino, le hice un tatuaje y quedó contento. Es todo una cadena. Suele venir gente de Ciaño, Sama, La Felguera, Mieres...".

Asegura el tatuador que lo esencial para ejercer la profesión es saber dibujar. "Siempre intento mejorar el dibujo que me traen, con sombras o detalles", incide. "El pulso es muy importante, por supuesto", añade. De todo lo que ha tatuado, lo que más le reconforta es tapar con su arte cicatrices de la vida.

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