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Salas aún huele a tabaco

Javier F. Granda retrata en su último documental la vertiente humana del cultivo, que cesó en los años ochenta del siglo XX

Antonio Díaz y Anita Díaz, en su secadero de tabaco. G. GARCÍA

Francisco Fernández, a sus ochenta años, aún recuerda con claridad la dureza del trabajo en las plantaciones de tabaco. "Íbamos de rodillas, de lado a lado de la finca, cortando las hojas más bajas", señala. Este vecino de Láneo, en Salas, es propietario de uno de los pocos secaderos de tabaco que aún se mantienen en pie, vestigio de un cultivo muy extendido en toda la vega del Narcea hasta que se abandonó en la década de los ochenta del pasado siglo. Una producción que, de forma legal, salía hacia Gijón, pero que también, gracias al estraperlo, era llevada a Grado para su posterior comercialización al margen del control estatal. El historiador salense Javier F. Granda se adentra en las historias de esta industria en su último documental, con el que pretende mostrar su dimensión "más humana".

En el caso de la vega del Narcea, la introducción del tabaco viene de la mano de los emigrantes, que lo importan desde México o Cuba. "A lo largo del siglo XX se viene cultivando en Láneo y tras la Guerra Civil se impone un monopolio estatal que culmina en Tabacalera, lo que provoca que exista un cupo de entrega estipulado", explica el historiador.

Recuerdos de aquella primera época tiene también Antonio Díaz, vecino de la localidad y propietario de otro de los secaderos, que asegura que el tabaco "es algo que vi desde siempre en el huerto de casa: mi padre, que fue tabaquero en Cuba, lo plantaba para consumo propio". También explica que "después de la guerra no había nada, por lo que era muy apreciado".

En los años sesenta, tal y como se relata en el documental, se introducen ciertas mejoras en el cultivo y en los secaderos, y se varían las semillas para lograr calidades en la producción muy buenas, aprovechándolas para las partes más delicadas del cigarro. "Llegaron unos técnicos, de la empresa Moltabán, que habían estado en Sumatra. Nos informaron de cómo recogerlo y de cómo construir los secaderos para que el aire madurase el tabaco", asegura Francisco Fernández. El proceso era delicado, puesto que el resultado final dependía en gran medida del tiempo: "Los primeros ocho días eran vitales para una buena maduración. Si orbayaba, mal asunto". relata.

En el mes de marzo se comenzaba con el cultivo en semilleros, y en junio se pasaba a la finca. "En una fecha fija, siempre el 11 de agosto, se empezaba a recoger", dice Fernández, quien añade que "en Navidades se empaquetaba, seleccionado por calidades, para la entrega".

La producción salía hacia la fábrica de tabacos de Cimadevilla, en Gijón. Una parte también se destinaba al estraperlo, que dejaba mayores beneficios, aunque se asumía un alto riesgo. "Para entregar el tabaco en Grado no se podía ir por la carretera. Tiraban monte arriba", rememora este productor.

Granda señala que, en la misma vega del Narcea, existen otros secaderos, "uno en Villanueva, en Belmonte, y otro en Quinzanas, en Pravia", ambos en condiciones muy mejorables. Los de Láneo han sido declarados bienes de interés dentro del Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias, por resolución de noviembre del pasado año.

"Se hace muy necesario acometer obras de mantenimiento en ellos y quizás buscarles un uso que no sea el de simples almacenes de maquinaria, para que su conservación en el futuro sea factible y rentable", considera el historiador, que agradece la colaboración de los vecinos para descubrir un pasado "que la mayoría desconoce".

El documental puede verse en internet, y próximamente se ampliarán los canales de distribución del mismo.

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