La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Diálogos occidentales | ANTONIO GARCÍA | Administrador del Centro Especial de Empleo Finca El Cabillón, que cumple diez años en Tapia

"Comer es un acto político y crítico, consumir productos de lejos tiene costes planetarios"

"Los voluntarios juegan un papel fundamental en la finca que hay que agradecer; en general, la comarca siempre se vuelca con nosotros y nos ayuda a salir adelante"

Antonio García, en las instalaciones de Finca El Cabillón. TANIA CASCUDO

En agosto de 2006 se puso en marcha Finca El Cabillón, un proyecto impulsado por la tapiega Fundación Edes y que buscaba generar oportunidades de empleo para las personas con diversidad funcional de la comarca. Este Centro Especial de Empleo afronta su décimo aniversario con buena salud y una oferta laboral diversificada en la que actualmente trabajan 16 personas. El tapiego Antonio García, que también ejerce como docente en el colegio Edes de educación especial, es el administrador de la Finca desde su puesta en marcha, hace una década.

-¿Qué balance hace?

-Muy bueno, en el sentido de que se dieron oportunidades laborales a muchas personas que no tenían acceso al mercado laboral. En este tiempo pasaron por Finca más de treinta personas. A algunos se le abrieron puertas en diferentes empresas y a todos les ha supuesto una experiencia en el ámbito laboral y también a la hora de relacionarse. Empleo no es solo un sueldo, sino convivir con un grupo con el que compartes sudores y alegrías, algo por lo que levantarse cada mañana y una oportunidad de tener una vida más plena. Hay que explicar que el Centro Especial de Empleo no sólo ofrece empleo, sino una serie de apoyos para que las personas aprendan a desenvolverse en su puesto de trabajo y sean partícipes, además, de esa evolución.

-¿Se ha desarrollado el Centro tal y como fue proyectado?

-Se pensó un proyecto en tres fases, de manera que se fueran diversificando los perfiles laborales, que no todos los trabajadores fuesen operarios de huerta o jardineros. La idea era empezar por la huerta, después sumar la ganadería y terminar siendo una granja escuela con albergue. Una vez empiezas a trabajar, te das cuenta de que hay que ir despacio, consolidando la producción, y de que no están los tiempos para grandes inversiones. En todo caso, sí que hemos logrado diversificar la oferta laboral y ahora Finca El Cabillón dispone de la explotación agraria, pero también de una tienda de productos ecológicos y ofrece servicios de jardinería y limpieza.

-¿Cómo es el trabajo con las personas con discapacidad?

-Por lo general son personas que se esfuerzan, les gusta obtener buenos resultados y que se reconozca su trabajo. A lo largo de su vida han tenido que demostrar muchas veces que son capaces y por eso es habitual que se esfuercen más.

-El objetivo final es que lleguen a un empleo en empresas convencionales, ¿se logra?

-La idea es que sea un tránsito hacia el mercado laboral ordinario. Ha habido casos exitosos, pero la realidad del tejido empresarial de la comarca no permite integrarles a todos. Las empresas son receptivas, pero la situación económica no permite crear empleo y eso les impide probar y arriesgar.

-¿En qué medida es importante el apoyo económico de las administraciones?

-Lo importante es que la actividad productiva permita mantener el empleo, pero como nosotros somos una entidad sin ánimo de lucro no buscamos el beneficio, sino generar empleo. Así que siempre que es posible creamos más puestos. Desde el principio nuestra prioridad han sido las personas, pero está claro que debemos mejorar para ser más eficientes y producir más.

-¿Qué papel juegan los voluntarios en el proyecto?

-Tenemos voluntarios locales y también recibimos personas del proyecto internacional Wwoof. Juegan un papel fundamental, pues echan una mano en momentos de máxima carga de trabajo en los que no tenemos capacidad para contratar más personal. Tenemos que agradecerlo y también la respuesta de la gente en momentos críticos, como cuando el viento nos destrozó los invernaderos. La comarca siempre se vuelca con nosotros y nos ayuda a salir adelante.

-Además de la creación de empleo trabajan en la concienciación y difusión de los productos ecológicos...

-Desde el principio creímos que era la actividad por la que había que apostar, por la procedencia de nuestros potenciales trabajadores y por las condiciones de la finca, cedida por el Ayuntamiento de Tapia. Apostar por la agricultura como medio de vida es algo normal en una zona rural como esta y quisimos hacer, además, un planteamiento agroecológico, apostar por la venta local y por crear redes de apoyo entre los productores locales que permitan el crecimiento de la agricultura ecológica. En este tiempo hubo un crecimiento importante, pero sigue habiendo mucho potencial y es necesario fomentar y organizar el sector.

-¿En qué sentido?

-La mayor dificultad de los consumidores es el acceso al producto. Es importante que haya más productores y también que se cree una red organizada para llegar al consumidor, una mínima estructura para facilitar la venta. A veces nos dicen los restaurantes que comprarían el producto, pero que no pueden estar llamando a un sitio y a otro para conseguir cada cosa; hay que facilitárselo. En todo caso, la hostelería local debería apostar por el producto local, ya no digo por lo ecológico. Es apoyar a los vecinos y ofrecer al cliente algo diferente por lo que vale la pena venir a comer aquí.

-¿Van desapareciendo los mitos que existen sobre lo ecológico?

-Los mitos hay que romperlos, es cuestión de comprar y darle valor a los costes añadidos. Si comes algo que no es bueno para tu salud, eso tendrá consecuencias a largo plazo.

-Para eso hacen falta consumidores con sentido crítico.

-El acto de comer es un acto político y crítico, que sirve para cambiar las cosas. Consumir productos que vienen de lejos tiene unos costes planetarios.

Compartir el artículo

stats