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Diálogos occidentales | ÁNGEL LÓPEZ | Deportista tapiego, presidente del club deportivo inclusivo Enki, de La Coruña

"El discapacitado también quiere competir, las federaciones deberían promocionarnos"

"Me gusta la labor de concienciar a los más pequeños porque quiero que accidentes como el mío no le pasen a nadie más, y también desterrar tabúes"

Ángel López, junto a su material de competición. TANIA CASCUDO

Hace trece años, el tapiego Ángel López (Serantes, 1984) sufrió un grave accidente de tráfico que cambió radicalmente su vida. El primer diagnóstico fue el de tetraplejia, una de las lesiones medulares más graves; sin embargo, gracias a la rehabilitación y a la actividad deportiva ha podido recuperar la movilidad de las extremidades superiores. Se puede decir que el deporte ha dado un giro a su vida y por eso quiere que su ejemplo sirva a otras personas. Hace unos meses aceptó el reto de constituir y presidir el club inclusivo Enki, de La Coruña. Está ligado a la Fundación gallega Abrente y es pionero en fomentar que personas con y sin discapacidad entrenen y compitan juntas.

-¿Cómo logró asumir y afrontar la lesión?

-Es una lesión muy grave y no hay una solución buena. Con la rehabilitación fui mejorando poco a poco; no obstante, dada la gravedad tuve que retirarme pues tenía pocas opciones de trabajar. Me planteé o estudiar o dedicarme al deporte y opté por la segunda opción, ya que siempre me gustó. Primero hice natación, pero después logré ahorrar para comprar materiales y meterme al triatlón, que era lo que quería. El problema ahora es que cuesta mucho competir porque hay muy pocas carreras que me lo permitan. Digamos que a las federaciones no les interesa.

-¿Es cuestión de voluntad?

-Si la organización quiere, claro que se puede. El circuito es el mismo, lo único que necesito es ayuda en las transiciones, pero eso lo podría conseguir yo. No les interesa porque somos muy pocos. Este año, por ejemplo, no pude competir en ninguna prueba. La primera barrera, que era la necesidad de disponer de gente para que te ayude a competir, la tengo solucionada, y ahora el problema es que no me dejan competir.

-¿Qué pide?

-Igualdad de oportunidades. En los últimos años se fomentó el deporte femenino y se logró la participación de las mujeres en muchas pruebas. Pues pido que se haga lo mismo con las personas con discapacidad. Siempre vamos a ser pocos y ojalá sea siempre así, pero hay que entendernos, queremos competir igual que los demás. En una carrera de La Coruña no me dejaron competir y fue cuando la Fundación Abrente se puso en contacto conmigo para interesarse por mi problema. Ahí nació el club Enki.

-¿Cuáles son sus objetivos?

-Hay muchas asociaciones que luchan por el día a día de las personas con discapacidad, pero el club Enki se centra en el deporte, porque sabemos que sus valores son los mejores que se pueden aplicar a la vida. Buscamos incluir a gente con y sin discapacidad para que entrenen juntos. Obviamente el ritmo no es igual, pero tampoco lo es entre dos personas que no tienen discapacidad. Tratamos de dar opciones para competir y facilitar que los niños tengan acceso al material adaptado, que es muy caro. Por ejemplo, que prueben una "handbike" antes de decidirse a comprarla. También tenemos una escuela de iniciación al atletismo que va dirigida a los niños con discapacidades severas y a sus familias. Funciona como un respiro para los padres, ya que hay personal para los niños y técnicos para que ellos puedan iniciarse en la carrera. Es un concepto de club novedoso, ya que los hay dirigidos a personas con discapacidad pero no uno abierto a todos. Es enriquecedor porque aprendemos mucho de los demás y salimos ganando todos. Tenemos ya más de cien socios, aunque los más activos somos una docena.

-¿El modelo podría extenderse a Asturias?

-Claro que nos gustaría extenderlo a otras comunidades, y a mí, como asturiano, me encantaría llevarlo a Asturias, pero debemos ir poco a poco, primero tenemos que consolidarnos en Galicia. Las cosas deben hacerse bien y que no se pierda la esencia del proyecto.

-Además de la faceta deportiva, lleva años desarrollando una labor de concienciación para evitar más accidentes como el suyo.

-Es lo que más me gusta, sobre todo porque los jóvenes son el futuro de la sociedad y el mensaje suele calar.

-¿Es duro recordar una y otra vez el accidente sufrido?

-En el momento del accidente viajaba con dos personas en el coche y ambos resultaron ilesos, el que cometí el fallo por exceso de velocidad fui yo y el castigo fue para mí. Pasó lo que pasó y no hay que lamentarse. Ahora lo que quiero es que no le pase a nadie más, por eso me encanta contar mi historia y cada vez lo hago más encantado, sobre todo porque ayudo a desterrar tabúes sobre la discapacidad. Antes, sobre todo en las zonas rurales, el que tenía una discapacidad era poco menos que un inútil, y esa visión está cambiando. Me gusta enseñar que tengo una discapacidad pero que no soy un inútil, soy capaz de afrontar las labores del día a día sin ayuda. Somos personas como las demás. Poco a poco se está avanzando y mejorando en materia de inclusión social.

-Y en cuanto a las barreras arquitectónicas, ¿es muy difícil moverse en una silla de ruedas?

-También se avanzó, en buena medida porque se cambió la legislación, pero esto es como todo y a veces la ley no se cumple.

-¿Cabrean los obstáculos insalvables con la silla?

-Me cabrea más cuando alguien aparca en una plaza reservada. De todas maneras, llevo trece años en silla y tuve tantos cabreos que un día decidí que no iba a tener más.

-¿Qué ha aprendido?

-A valorar más la vida, cualquier cosa, por pequeña que sea, me llena más. También aprendí a tener mucha más paciencia. Considero que mi experiencia, con todas las complicaciones que conlleva, ha sido muy enriquecedora.

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