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Maruja y Ricardo, un amor para toda la vida

"Supimos entendernos y respetarnos", dice la pareja de Villayón que, tras conocerse en el colegio, cumple setenta años casada

El matrimonio, en la fiesta familiar, con sus hijos de pie: José Luis, Cenaida, Francisco y Ricardo. REPRODUCCIÓN DE G.G.

Ricardo Redruello y María Pilar Verdasco son conscientes de la suerte que tienen, y dan gracias por ello. A sus 95 y 94 años, respectivamente, juegan a la brisca sobre un tapete verde, al calor de la cocina de leña, mientras charlan animadamente sobre su vida. Una vida que han compartido, casi desde el mismo comienzo, uno en compañía del otro. Vecinos, compañeros de clase, novios primero y marido y mujer después, están a punto de cumplir los setenta años de matrimonio. Su receta para este largo y duradero amor es simple: "Supimos siempre entendernos y respetarnos", confiesan.

Ricardo y Maruja, como en el pueblo se conoce a María Pilar, comenzaron este amor para siempre en el colegio. "Había una compañera que siempre se metía conmigo, que siempre se peleaba. Él empezó a defenderme, y se preocupaba por mí. Por eso yo prefería estar con él, porque me encontraba protegida. Y aquí estamos", cuenta, divertida, Maruja. Vivir en el mismo pueblo aceleró esa relación, que acabó en boda cuando ambos sumaban veinticinco años.

Recuerdan aquellos inicios como "bastante apurados" y duros, sobre todo a causa de las estrecheces propias de la posguerra. "No había nada de nada. Teníamos mucho que trabajar, que daba para vivir y nada más. No se podría exigir, aquello era así", apunta Redruello. El matrimonio se hizo cargo de un caserío en el que trabajaban las tierras "primero con un carro del país y dos vacas, después con un volquete y bueyes, y más tarde el tractor". Un sector, el del campo, "que vivió años muy buenos, pero que después se hizo menos rentable. Ahora, cuando llevan más de tres décadas jubilados, explican que "entonces no había ni fábricas ni otras empresas", y que la mayoría de la gente comía de lo que cosechaba en su finca.

"Desde entonces, pasamos una de cal y otra de arena, pero siempre juntos", dice Maruja Verdasco sobre su matrimonio, cuyo fruto son cuatro hijos, ocho nietos cuatro bisnietos "y otro en camino", apunta. Saber perdonar es clave para el éxito de la unión, afirman. "Estamos contentos. Solo podemos dar gracias a Dios por la suerte que siempre tuvimos", apunta la mujer, que señala que a su edad "no hay que pedir más que poder levantarse cada día de la cama e ir al baño".

Y es que su estado de salud es envidiable. Cada mañana se levantan, desayunan y dan un paseo, siempre que no llueva, para regresar a la hora de comer. Tras la siesta, otra caminata y una partida a las cartas. "A veces hacemos trampas. No nos jugamos nada, pero a los dos nos gusta ganar", bromea Maruja Verdasco. A ella le gusta leer revistas, sobre todo las del corazón. Él prefiere ver la tele.

En una época en la que los matrimonios ya no son para toda la vida, Maruja apunta una de las claves del cambio social: "Ahora la mujer trabaja, y no depende del hombre. Antes había que aguantar, porque no había a dónde ir. Yo no tuve esa necesidad, pero las que la tenían no podían escapar. Hoy las cosas han cambiado, las mujeres pueden tener su vida, su trabajo", reflexiona esta mujer.

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