El vicario episcopal de Avilés-Occidente y párroco de Luarca, José Emilio Menéndez, ofició ayer en Castropol el funeral por el sacerdote Luis Legaspi, al que definió como "un castropolense tan profundamente enamorado de su tierra como comprometido con ella". El vicario, acompañado por un buen número de curas de la comarca, dedicó unas emotivas palabras al fallecido, del que destacó su "amplia visión del mundo, su privilegiada inteligencia y sus dotes para la comunicación y las relaciones humanas". "Deja un enorme vacío en nuestra diócesis", añadió.

La iglesia Santiago Apóstol de Castropol se llenó para despedir al castropolense, fallecido el martes a los 93 años, que estuvo al frente de las misiones asturianas en África y América durante cuarenta y seis años. Aunque residía en Oviedo, siempre que podía hacía una escapada a su Castropol natal, la última en las pasadas Navidades. Dicen sus conocidos que era "muy buena persona, amigo de sus amigos y siempre dispuesto a hacerte un favor".

"Sin la ría no vivía y siempre se acercaba a dar un paseo a La Mirandilla o iba a navegar o a bucear a la ría", recuerda Ovidio Vila, vicepresidente de la Fundación Ría del Eo que Legaspi fundó en 2008. Vila cuenta que siendo niño sus padres se trasladaron a vivir a Vegadeo pero él no quería separarse de Castropol: "Su padre le decía, qué vas a hacer a Castropol si las casas están todas cayendo. Y él respondía: bueno, pues yo quiero verlas caer". El vicario de Occidente profundizó durante la homilía en esta pasión que el fallecido sentía por su villa natal: "Nunca dejó de ser fiel a sus raíces, a este tan querido rincón de Asturias, su patria chica".

El párroco repasó también los setenta y siete años de historia vocacional de "Don Luis", incluido su paso por el seminario Donlebún. Señaló que su "proverbial trabajo hizo posible el legado de las misiones", logrando "abrir fronteras a la iglesia asturiana" y también hizo hincapié en su empeño por cuidar a los más desfavorecidos a través de Cáritas. Contó como anécdota que algunas veces al acabar la misa decía a sus feligreses "no vayáis en paz", con la idea de que estuvieran pendientes de las necesidades sociales y no se convirtieran en "cristianos de sofá".

"Trabajó sin descanso, soñó sin desanimarse y vivió en positivo, siempre alegre y optimista, esperando que las cosas pudieran cambiar para mejor", añadió el vicario ante las cenizas del castropolense, que trasladó desde Oviedo su ahijado y presidente de la Fundación Ría del Eo, Félix Caicoya. Para este último, Legaspi era "un conversador infatigable, generoso como nadie y muy preocupado por Castropol y por la ría del Eo".