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Retorno a la escuela vaqueira

Los últimos alumnos del aula rural de Brañaseca, en Cudillero, rememoran su infancia tras medio siglo sin verse

Cincuenta años después. Tras medio siglo sin verse, el grupo se reúne en el mismo lugar, aunque hay -ausencias. Atrás, Guadalupe Suero y Aquilina Rubio. Delante, David Riesgo, Margarita Rubio, José Garrido, Manuel Garrido y María Teresa Garrido. G. GARCÍA

Los mismos protagonistas, idéntico lugar. Para ellos todo es diferente, pero al mismo tiempo, en el fondo, todo sigue igual. Casi medio siglo separa las dos fotografías que acompañan estas líneas y que conforman un retrato de lo que fue y de lo que queda de la escuela rural en pleno territorio vaqueiro. En el curso de 1968, una joven maestra destinada en Brañaseca (Cudillero) acompañaba a sus alumnos en la primera comunión de dos de ellos, en la iglesia de San Martín de Luiña. Ayer, ese mismo grupo se reunió, cinco décadas después, para verse, recordarse y volver a sus raíces.

Brañaseca fue el primer destino como maestra de Guadalupe Suero, en el curso 1968-1969. Llegó, con apenas 18 años, a una braña de Cudillero en la que no había ni agua corriente ni electricidad y el único acceso era un camino que partía de San Martín de Luiña. "Lo elegí porque estaba en el centro de Asturias, aunque sabía que no tendría muchas comodidades. La subida era dura, pero los años lo pueden todo, y la gente me acogió muy bien. Era muy correcta, entrañable y cercana", recuerda, medio siglo después, la docente.

Era la escuela rural de pizarra y pizarrín, de una maestra para todas las edades, aquélla en la que el barro se quedaba con las madreñas en la puerta y los recreos se pasaban volando jugando al cascayu, al fútbol en el prao, a la goma o a la comba. "Tenías que adaptarte a cada niño según sus capacidades y su edad. Se hacía con mucha ilusión, porque era la primera escuela en la que estaba", recuerda la maestra, a la que se le quedó grabado el "intenso frío", hasta que "después de mucho rogar" se logró una estufa.

Una de las mayores en aquella aula era Aquilina Rubio, que recuerda con nitidez cómo los escolares bajaban los lunes caminando al encuentro de la maestra. "La ayudábamos a subir las bolsas cuando la encontrábamos en el camino. No se me olvidará nunca", asegura.

"Vivir en las brañas era duro, viéndolo desde el día de hoy. Pero nosotros éramos felices, porque no se conocía otra cosa, y era lo que había", apunta Teresa Garrido, una de las alumnas más pequeñas de la clase en 1968 y la promotora del encuentro celebrado ayer en San Martín de Luiña. Ella guarda como oro en paño aquella foto que se hicieron a la salida de misa cuando dos de sus compañeros hicieron la primera comunión en la "catedral de los vaqueiros".

La misma foto, a salvedad de las ausencias, se repitió en la jornada de ayer. "Me cogió por sorpresa, estoy muy nerviosa y emocionada", confesó la maestra. Dado el éxito de la reunión, en Brañaseca ya se plantean realizar un gran encuentro con todos aquellos que vivieron aquella escuela rural de los vaqueiros, que ahora sólo es un recuerdo en blanco y negro.

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