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"Está caribeño, pero nos quedamos sin chapuzón", lamentan los bañistas en Tapia

La presencia de bacterias fecales continúa por encima de los niveles permitidos, aunque baja, y el Ayuntamiento mantiene la prohibición de baño

"Está caribeño, pero nos quedamos sin chapuzón", lamentan los bañistas en Tapia

Es mediodía y hace calor. El verano hace presencia (por fin) en la costa occidental asturiana, pero en Tapia de Casariego los usuarios de las playas, muchos de ellos turistas, no pueden tocar el agua ni con el pie. "¿Por qué hay bandera roja si el mar está como un plato?", se preguntaban la mayoría ayer al pisar los arenales de Los Campos (también llamada Anguileiro) y Serantes, cerrados al baño desde el pasado viernes por presencia de bacteria fecal.

Al conocer la respuesta, algunos mostraban su enfado, otros ponían cara de sorpresa y unos terceros, los menos, celebraban "tanto control" en una época clave. "Se ve que se molestan", opinó Isabel González sentada de un banco que mira al arenal tapiego. "Es un fastidio no poder bañarse, pero no hay culpables y si hay un vertido, es mejor que avisen y lo controlen", añadió.

La alcaldesa de Tapia, Ana Vigón, confirmó que la prohibición al baño se mantendrá de momento a pese a que los análisis solicitados por el Ayuntamiento dieron menos presencia de bacteria e-coli. Ayer, faltaba por conocer los controles de Sanidad y por eso se optó por la prudencia.

En la arena, algunos se tostaron el sol, echando de menos los baños y mirando de vez en cuenta a la caseta de los socorristas: allí ondeó durante toda la jornada la bandera roja que prohíbe taxativamente el baño.

La alternativa a las playas era la piscina de agua marina, pero su color, turbio, disuadía a los fieles a los días de sol y playa en la costa tapiega. "Con el color que tiene el agua no apetece meterse dentro", dijo José Fernández, de Oviedo. A falta de un plan más playero', el hombre paseó con su hija y sus nietos. "En días así prefieres refrescarte, pero si no puede ser, pues nada... a esperar", comentó.

La situación fue más difícil de hacer comprender a los niños. "A ellos les parece que la playa, tal y como se ve ahora el agua, no está contaminada", indicó María José Fernández.

El matrimonio gijonés formado por Daniel García y Patricia Azanza, de fin de semana en Tapia junto con sus hijas, sí se atrevió a mojarse en la piscina. "Es lo que tenemos", subrayó el primero en primer linea de piscina.

Francisco Álvarez y Loli García, de Madrid y veraneantes tapiegos "de toda la vida", aseguraron estar sorprendidos. "En 14 años, nunca pasó esto por un vertido", dijo la mujer, quien recordó no poder bañarse por presencia de medusas y por oleaje, "nunca por contaminación".

Las ovetenses Beatriz Rodríguez y su hija, Inés Rebollo, se conformaron con pasear por las cercanías de la playa. "Es un incordio no poder disfrutar bañándose como estamos acostumbrados", dijo la primera.

Los socorristas tuvieron que dar más explicaciones de las habituales. La vigilante María Ontañón también lamentó la situación: "Está caribeño (por la temperatura y el estado del mar), pero nos quedamos sin chapuzón".

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