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De boom poblacional de los 60 a un "pueblo fantasma"

Margarita Fernández y Elena Novoa, con la central térmica al fondo. D. ÁLVAREZ

A pesar de que la central térmica sigue en funcionamiento, el pueblo tinetense de Soto de la Barca hace años que perdió a buena parte de su población, hasta quedar reducido a su mínima expresión. Una veintena de vecinos se mantienen hoy en día asentados en la localidad que en los años sesenta y setenta vivió una auténtica revolución con la implantación de la térmica. Fueron centenares las personas que llegaron a la pequeña localidad ribereña del Narcea con la central, que en pocos años transformó Soto de un núcleo rural a una villa industrial.

La necesidad de mano de obra para construir la central y para luego trabajar en ella, hizo que en Soto de la Barca hubiese trabajadores llegados de distintos puntos de España a los que se debía dar alojamiento. Los barracones y alquileres que ofrecían los vecinos pronto se vieron complementados con un complejo residencial construido por la eléctrica en el que había ambulatorio, escuela, farmacia, supermercado, incluso cine, club social, piscina (que aún se abre al público) o pista de tenis. La mayoría de estos servicios no se abren y las casas están deshabitadas desde que sus inquilinos se jubilaron de la empresa, lo que convierte a la localidad en un pueblo "fantasma".

"Soto fue una balsa de oro, se vivió muy bien aquí y a pesar de la cantidad de gente, era un pueblo tranquilo. Ahora nos queda asumir el cambio, porque aunque estamos bien, nos falta el ambiente de antaño", rememora Margarita Fernández.

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