Hacia el año 1928 circulaban por las calles de Boal una decena de coches particulares, una cifra inusitadamente alta para la época. Siete de ellos pertenecían a emigrantes retornados, que habían logrado prosperar en las Américas, y regresaban triunfadores a la tierra que los vio nacer. Es simplemente un detalle que muestra la importancia que el fenómeno migratorio tuvo en el concejo boalés, donde también se recibían transferencias, y se construyeron carreteras, lavaderos y escuelas a cuenta de las aportaciones de los "americanos" o "cubanos". No en vano, se calcula que este éxodo llevó a cruzar el Atlántico a unos 4.500 vecinos; los varones principalmente a Cuba, las mujeres a Argentina.

Así se recoge en el libro que ayer se presentó en la localidad boalesa, que lleva por título "La emigración ultramarina del concejo de Boal, siglos XIX y XX", obra de Enrique Sánchez Braña. Nueve años de trabajo ha costado a este maestro de profesión, licenciado a su vez en Geografía e Historia, recopilar y contrastar miles de datos. "Lo más difícil fue realizar la estadística, extrayendo uno a uno los nombres de las solicitudes de embarque a América y la relación de prófugos", apunta este boalés, que ya había publicado otras dos obras sobre el pasado del municipio.

Según apunta Sánchez Braña, las causas de la gran corriente migratoria hacia el Nuevo Continente son múltiples en ese periodo estudiado, desde 1860 a 1930. "En aquella primera fecha, en Boal vivían unas seis mil personas, pero los recursos existentes, en un concejo montañoso, no eran suficientes. La agricultura se estancó, y provocó esa primera marcha", dice el investigador. La caída de la industria del clavo, uno de los sectores principales de la economía local, y el reclutamiento para nutrir las filas del ejército nacional también espolearon a los boaleses a partir de su lugar de nacimiento.

El estudio de Sánchez Braña permite saber que Cuba fue el destino del 73 por ciento de los emigrados (y de estos, el 79 por ciento eran varones). Argentina era, con el 23 por ciento, el segundo país en preferencia, siendo mujeres el 82 por ciento del total de los que elegían este país. "Es imposible saber con exactitud el número de emigrantes, pero mi cálculo, moderado, es de unos 4.500, de todas las partes del concejo. Es un movimiento generalizado", asegura el autor.

La emigración produce, en años posteriores, riqueza para Boal. "Eran muchas las transferencias que se recibían. Ayudaron a salir adelante a muchas familias", apunta. Además, hay casos de retornados que se decantaron por abrir negocios, ya fueran industrias del clavo (que había aumentado su valor) o comercios, "de ultramarinos y de ropa".

"La influencia de Cuba en el concejo de Boal fue determinante", apunta Sánchez Braña, que hace referencia a la educación y a cómo el apoyo de los "americanos" permitió reducir en gran medida el analfabetismo.