"Lo de la silicona en la cerradura fue cosa de malhechores y no debieron hacerlo, pero veo mal el castigo porque estamos pagando justos por pecadores. ¿No perdonó Jesuscristo a quien lo mató?, pues aquí no matamos a nadie", razona la veigueña Josefa Martínez a las puertas de la iglesia parroquial de Abres. Su argumentación es compartida por la mayor parte de los feligreses de esta parroquia, que condenan el ataque a la iglesia, pero ven excesivo el castigo impuesto por el párroco Marcos Cuervo, que ha decidido suspender las misas en la localidad hasta septiembre.

Cuervo explicó a LA NUEVA ESPAÑA que está dispuesto a levantar el castigo si los encargados de sellar con silicona la puerta de la iglesia el pasado 27 de julio confiesan. El sellado se produjo el día que la Comisión de Fiestas de este año tenía previsto festejar Santiago, dos días después del día del patrón y tras la decisión del cura de no permitir a los partidarios de mantener la festividad en su fecha sacar al santo en procesión como tenían previsto.

"El cura le está dando demasiada importancia a un pequeño detalle, que no estuvo bien, pero que no es para tanto", precisa el veigueño Álvaro Oliveros. Considera un tanto "desagradable" toda esta polémica a cuenta del traslado de las fiestas, aunque cree que ya es un tema pasado y que las aguas volverán a su cauce. De hecho, ya ha sido nombrada una nueva comisión organizadora para el año que viene y, según cuentan los vecinos, tiene la intención de no mover de fecha las fiestas, pese a coincidir en días de semana.

"Es un hecho vandálico que no se debería hacer, pero dejar a los fieles sin misa....", razona un vecino en uno de los bares de Ría de Abres (la localidad gallega que comparte parroquia con el núcleo asturiano de Abres). A su lado, una mujer joven expresa su malestar con esta situación: "¡Después se quejan de que los jóvenes no van a misa, pues que se dejen de tanta tontería! No fue tan grave, cosas peores tienen aguantado aquí los curas".

Todos confían en que el párroco cambie de opinión, sobre todo por las familias que tienen previstos oficios religiosos y que se ven obligadas a trasladarse a iglesias vecinas por esta particular situación. "La iglesia no se debe cerrar", coinciden los feligreses.