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Tapia, medio siglo subida a la ola

"Me alegro de que el surf esté creciendo", señala Robert Gulley, que, con su hermano, lo introdujo en la villa

Toño Alonso y Robert Gulley con una tabla.

Corría el mes de junio de 1968 cuando los hermanos australianos Peter y Robert Gulley arribaron a Tapia, sin saber que su llegada cambiaría para siempre el destino y el rumbo de esta pequeña villa marinera. De su mano llegó el surf a la capital tapiega, una práctica que, lejos de desaparecer, vive uno de sus mejores momentos para satisfacción de aquellos pioneros del deporte de la tabla. Medio siglo después, Tapia rinde homenaje a aquellos extranjeros que "bailaban sobre las olas" y la convirtieron en una de las mecas del surf Cantábrico.

"Me alegro de que el surf esté subiendo, de que esté fuerte", sentencia Robert junto al monumento a la memoria de su hermano, que falleció en 1991y que descansa simbólicamente junto a la playa que tanto quiso. Cuenta Robert, que ayer rememoró para LA NUEVA ESPAÑA una historia muchas veces repetida en Tapia, que seguían la carretera de la costa cuando, de repente, la playa de Los Campos se cruzó en su camino. "Paramos porque había buenas olas, en la playa no había nadie, era toda para nosotros", recuerda el australiano. Aunque afincando en Sidney, no perdona su visita anual a su amada Tapia: "Esta es mi segunda casa".

Su destreza en el mar causó sensación y mucho revuelo en la villa, donde desconocían el deporte del surf. "La gente decía que bailábamos encima de las olas", precisa. A la Comisión de fiestas de la época se le ocurrió que aquel acontecimiento podría ser bueno para la villa y movieron sus hilos para que el noticiario de la época -conocido como nodo- hiciese un reportaje. "Nos dijeron que esperásemos, que en unos días iban a venir a grabarnos y tardaron tres meses en llegar", bromea Gulley. Sin embargo, no desaprovecharon ese tiempo en la villa, donde hicieron grandes amistades. "Nos dedicamos a beber cerveza, organizar fiestas y hacer nuevos amigos que ahora tengo para toda la vida", añade.

Aquellas tablas generaron una gran curiosidad a Diego Méndez, que entonces tenía 8 años, y se convirtió en el primer local en surfear. "Vi la furgoneta aparcada en el muelle con las dos tablas y a la mañana siguiente fui a la playa, les pedí que me dejasen probar y me quedé enganchado", relata. Aquella experiencia marcó un antes y un después en su vida: en los noventa montó una escuela de surf que hoy regenta su hijo y ahora, casualidades de la vida, vive en la localidad australiana de Avalon también dedicado al deporte que le marcó de niño. Los hermanos Pepe y Toño Alonso junto a Toni "Farelli" se hicieron rápidamente amigos de los australianos y también cayeron rendidos al surf. "Nos enganchamos a un deporte formidable e hicimos buenos amigos", dice Toño, mientras Farelli incide en que el surf para él "fue vida". Ellos fueron los encargados de mantener un deporte que poco a poco fue ganando adeptos.

Cuando menos curiosa es la historia de John Ford, que aunque nunca surfeó sí que llegó a Tapia gracias a los hermanos Gulley. Se los encontró cuando en el 69 regresaban a la villa y lo convencieron para conocer el pueblo. Lo hizo y un mes después, cosas del destino, conoció allí a su mujer. No es la única pareja que se formó entre australianos y tapiegos, pues se creó entre ambas comunidades un particular vínculo.

En el grupo de extranjeros asiduos al surf también está el francés Robert De Carlo, que comenzó a veranear en la capital tapiega en 1955 y a quien el surf también ha marcado. A sus 77 años, no solo sigue practicándolo, sino que ha fabricado muchas tablas a lo largo de su vida. "Con el surf te diviertes y pasas bien el momento", relata.

Y aunque fueron hombres los pioneros del surf, Robert Gulley señala el papel especial de dos mujeres en la organización de los campeonatos surfistas que tanto promocionan el deporte: Adela Bas por capitanear el campeonato surfista de Semana Santa, el decano del concejo, y Cova Obegero por su participación en la cita estival ligada a la Escuela de surf Picante que regenta su hijo.

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