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"Es un orgullo verlo así", dicen los vecinos de Campos tras restaurar el cementerio del Picón

Un grupo de voluntarios ha trabajado durante casi un año para recuperar el camposanto, convertido "en una selva" tras medio siglo de abandono

Álvaro Méndez, junto a los nichos que ha restaurado y pintado. G. G.

El paso del tiempo y la falta de cuidados habían convertido el antiguo cementerio de Campos, en Tapia, en "una auténtica selva". Crecían por doquier árboles y hiedras, bajo un espeso manto de maleza. Las cruces hechas añicos y las lápidas llenas de moho y, en muchas ocasiones, quebradas completaban el cuadro. Hartos de ver el abandono en el que estaba sumido el camposanto, en el que descansan los restos de decenas de personas, un grupo de vecinos se puso manos a la obra. Dedicaron horas y horas de su tiempo libre a limpiar, pintar y adecentar el recinto, hasta recuperar su aspecto inicial. "Es una alegría y un orgullo verlo así", dicen ahora. Mañana, a la una de la tarde, celebran misa para bendecir esta rehabilitación.

El antiguo cementerio de Campos se ubica en la zona conocida como "El Picón". En los años sesenta del pasado siglo se dejó de utilizar, al concentrarse la parroquia con la de Salave, y celebrarse, a partir de entonces, los enterramientos en esta localidad vecina. La maleza lo llegó a cubrir por completo. "Estaba lleno de arboleda, con hiedras a montón. Era un desastre", dice José Fernández, el vecino que inició el movimiento. "Antes era prácticamente una selva", confirma José Antonio Manuel Fernández, que se unió al trabajo de su vecino y amigo.

"Comencé quitando unas hiedras, cortando unos árboles, utilizando el tractor para arrancarlos. Al principio estaba solo, pasaba aquí los días hasta la noche, pero pronto vinieron más a ayudarme", relata José Fernández. El joven Sergio Fernández fue uno de los primeros en echar una mano. "Después de limpiar la maleza, nos metimos a recuperar los muros y a rehacer la capilla, que estaba caída. Poco a poco, al final acabamos recuperando todo", apunta el joven.

Una decena de personas llegaron a implicarse a fondo en los trabajos, dedicando muchas horas de su tiempo libre en la tarea. Ninguno era "experto en la materia", pero según avanzaba la obra, "fuimos aprendiendo sobre la marcha", indice Sergio Fernández. El material se costeó mediante donaciones de las familias de Campos, que acogieron "muy bien" esta labor.

Caso especial es el de Álvaro Méndez, que se ha dedicado estos meses a pintar y rehabilitar los nichos del cementerio. Él tiene a sus abuelos y tíos aquí enterrados, y se empleó a fondo para recuperar sus cruces y restaurar sus tumbas. "Estoy muy contento. Al empezar aquí parecía que nunca íbamos a acabar, estaba muy deteriorado todo esto. Ahora, por lo menos, vese guapo", se congratula Méndez, lleno de satisfacción.

Es el mismo sentimiento que muestran sus compañeros de faena. "Para mí es un orgullo. No quiero méritos ninguno, porque todo lo que se hizo fue de forma desinteresada, por el pueblo", afirma el impulsor, José Fernández. Es consciente de que se ha logrado recuperar una parte importante de la historia del pueblo, y también se ha logrado adecentar un espacio de oración para muchas familias, que tienen en este camposanto tapiego a sus antepasados. El resultado final es tan positivo que incluso ha sorprendido a los voluntarios que han trabajado durante casi un año. "La verdad es que nunca me imaginé que fuese a quedar así de arreglado", asevera Sergio Fernández.

Por todo ello, Campos vivirá hoy una jornada especial: será la primera misa en este recinto el más de medio siglo.

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