Unas 130 personas se dieron cita ayer en los viñedos del viticultor y bodeguero de la Denominación de Origen Protegida Vino de Cangas Antonio Álvarez, más conocido como Antón Chicote, para ayudarle con la vendimia, el momento más importante para un agricultor. Manos voluntarias de amigos, vecinos y familia que se reunieron como cada año en la finca La Galiana, de Limés (Cangas del Narcea), para vivir una jornada de vendimia tradicional donde todo lo que se recoge se hace de forma manual y que termina con una gran comida y fiesta para todos los asistentes.

"Tengo suerte de que me vengan a ayudar desinteresadamente; luego yo les ofrezco una parrillada y algo de música, porque para mí la vendimia es la única fiesta que hago, haya más o menos uva", explica Antón Chicote.

Ayer el trabajo se terminó más rápido de lo habitual a causa de la escasez de uva que se encontraron en los viñedos los vendimiadores. Chicote ya contaba con tener la mitad de la cosecha respecto a años anteriores, y ayer lo confirmaba. Espera conseguir sacar al mercado unas 12.000 botellas y remarca que será de vino muy bueno. "Este año no haremos el vino selección porque en la cepas antiguas había muy poca cantidad, así que lo vamos a echar todo junto y va a salir un vino muy bueno", anuncia Chicote.

El mal tiempo que se registró durante toda la primavera y principios de verano afectó por un lado a la floración de las vides y también propició la aparición de enfermedades fúngicas en el viñedo que provocaron la pérdida de fruto, afectando de manera distinta a las diferentes parcelas de la DOP, y que en el caso de la propiedad de Antón Chicote resultó de las más dañadas. No obstante, el bodeguero no renunció a celebrar la vendimia como cada año y abrir las puertas de su casa a gente llegada no solo de todo el concejo de Cangas del Narcea, sino de toda Asturias.

Entre los vendimiadores había veteranos y quienes se estrenaban en la tarea, todos unidos por su amistad con el anfitrión y sus ganas de pasar un día de trabajo en el campo y de posterior celebración, como era tradicional en las casas de campo de antaño y que poco a poco va desapareciendo.

Celso Fernández lleva 20 años asistiendo a la vendimia por su amistad con Antón Chicote. Asegura que participar de esta actividad es un "lujo", y más aún cuando se pasa por su bar a tomar un vino y Chicote le dice: "Toma un vinín del que vendimiaste".

Por el contrario, para Ángel González, de Oviedo, fue la primera vendimia. "Es la primera vez en mi vida que corto uvas, pero se aprende rápido; lo malo que tiene es el terreno, es muy pendiente y hay que tener cuidado".

En familia llegó Juan Arrojo, con sus dos hijos y su mujer, que tenían la curiosidad de aprender el proceso de elaboración del vino y en la invitación de Chicote a formar parte de su vendimia vio la oportunidad.

Por segunda vez asistió a la vendimia John Wyke, inglés afincado en Oviedo, que a través de un amigo del bodeguero conoció la posibilidad de estar en la vendimia y se animó a participar porque "es una buena forma de conocer gente, la cultura, el vino, y más que una mañana de trabajo es una diversión entre amigos", explica.

Una vez finalizada la vendimia, la uva se pesó y se fue directa a la despalilladora situada en la propia finca. A través de una gran manguera, la uva y su jugo pasaron directos a los depósitos de la bodega, donde empezará el proceso de elaboración del vino.

Mientras se remataba la faena en el viñedo, el olor a parrilla empezaba a extenderse y los vendimiadores se preparaban para convertirse en comensales y para disfrutar de una tarde de fiesta marcada por la canción asturiana.