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Un siglo en Tapia

Cien cohetes anuncian el centenario de Severiano Méndez, celebrado junto a Antonia Iglesias, que lo cumplió en junio

Severiano Méndez, subido a un Seiscientos ayer en el puerto, con Antonia Iglesias a la izquierda. TANIA CASCUDO

Cien años no se cumplen todos los días y, por eso, ayer, la familia de Severiano Méndez decidió hacer saber a todo Tapia que este luarqués afincado en la villa desde hace décadas alcanzó la categoría de centenario. Lo hicieron rompiendo el cielo con cien cohetes lanzados desde el puerto ante la atenta mirada del cumpleañero, entre divertido y sorprendido.

"¿Tas loco? ¡Cómo voy a tener cien años!", le dijo a su cuidador, Vicente, que ayer mimó cada detalle de la celebración, aunque quiso huir de cualquier protagonismo. "Es su día", señaló. Logró que le prestaran un Seiscientos como el que Severiano conducía en sus años mozos, lo vistió de punta en blanco y aparcó en la punta del muelle, con visión privilegiada a la dársena portuaria, donde estallaron los voladores ante la sorpresa de los tapiegos. "¡Esto parece el día del Carmen!", bromeó alguno ante el revuelo causado.

Además de los cohetes, la familia preparó un ramo especial para la Virgen de La Dolorosa, de la que Severiano fue siempre muy devoto. "Iba a la iglesia, le rezaba y después le calentaba los pies, que decía siempre que los tenía fríos", añaden.

La celebración de ayer fue compartida con Antonia Iglesias, popularmente conocida por "Antonia de Chavarría", que cumplió el siglo el pasado 13 de junio. "El genio es lo que la mantiene viva", bromeó su hijo Manolo.

"Estoy la mar de bien, aunque había que quitarme unos cuantos años", precisó la homenajeada, natural de San Juan de Prendonés. Su amistad con Severiano se remonta a la época en la que ambos coincidieron en la fábrica conservera Fernández y Pelaéz. Precisamente, esta firma fue la causante de que Severiano, luarqués de nacimiento, llegara a Tapia, donde se casó con Inés Sánchez. Los dueños de la empresa le enviaron para supervisar las obras de la fábrica, de la que luego se convirtió en encargado.

Aunque la fábrica le absorbía buena parte de la jornada, sacaba tiempo para construir barcos de madera y cultivar su pasión por la lectura, la escritura y la música.

"Siempre fui un músico natural", confesó el propio Méndez en una entrevista publicada en este periódico hace cuatro años y en la que también señaló que, para él, Tapia "siempre será mi pueblo eterno".

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