Las matemáticas están en el mercado. Los alumnos del colegio público Belmonte de Miranda aprenden a calcular, a manejar cantidades y medidas y a aplicar la lógica matemática en el supermercado y banco que han montado a través del proyecto "STEAM" (ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas, por sus siglas en inglés). Una manera de entender los conceptos matemáticos en su aplicación práctica y más cotidiana, como es la compra o preparar una receta de comida.

"Esta semana tuvimos que trabajar por parejas las medidas y operaciones, y lo hicimos a través de una receta que estaba pensada para cuatro personas y debíamos aumentar hasta seis", explica la alumna, María Alba. Así es que en el aula "Matevivas", como la han bautizado, aprenden las reglas aritméticas básicas, que luego siguen trabajando con ejercicios en papel, planteados por el profesorado, ya que trabajan sin libros de texto y por proyectos.

También han montado una radio y un aula donde hacen grabaciones en vídeo con croma para desarrollar sus capacidades artísticas a través de la música o el dibujo. Pero, sin lugar a dudas, el espacio preferido por los alumnos es el aula de Ciencia, el laboratorio, donde llevan a cabo experimentos mediante los que van a prendiendo la teoría de las ciencias naturales.

En ese sentido, este trimestre trabajan bajo el título "Arqueólogos belmontinos", mediante el cual aprenderán historia a través de la ciencia. Y lo harán sin salir del concejo, investigando la historia del desaparecido monasterio de Belmonte y con el apoyo del grupo de investigación "Arqueología Agraria" que dirige Margarita Fernández Mier, con varias catas arqueológicas en el concejo.

Una manera de enseñar que llevan a cabo desde hace cuatro años y que mejora la autonomía de los niños, encargados de planificar sus trabajos y estudios, así como les muestra cómo trabajar en cooperación con los compañeros. Una transformación en la forma de enseñar que ha traído otros cambios como la educación emocional, que ha mejorado sensiblemente la convivencia con sesiones de "mindfullness" o un tendal para dejar mensajes bonitos. También el patio se ha revolucionado con una estación meteorológica y juegos. Y el ajedrez es el verdadero protagonista entre los niños.