El muralista ovetense Bastián Prendes está transformando estos días el patio del colegio veigueño Jovellanos, donde, spray en mano, ha dado forma a una historia en imágenes que pretende concienciar frente al maltrato. "Es un tema muy delicado para explicar a niños pequeños, así que busqué la sencillez y también que tuviera magia, un final abierto que diera pie a la interpretación", explica.

El trabajo se enmarca en el proyecto "Déjame ser" que el centro está desarrollando este curso gracias a una ayuda de más de 6.000 euros aportada por la Consejería de Educación. "El proyecto debía promover la igualdad y educar contra la violencia, así que pensamos en algo sencillo para concienciar y visibilizar el papel de la mujer y corregir los desequilibrios que existen en la consideración de los hombres y las mujeres", señala la directora del Jovellanos, Ana Longarela.

Desde el inicio de curso han programado diferentes actividades, como una obra de teatro o la compra de materiales coeducativos para la biblioteca escolar, y les quedan otras pendientes de desarrollar. Sin embargo, querían que el trabajo tuviera una huella más permanente en el centro, y por eso pensaron en un mural.

Contactaron con Prendes y le plantearon el reto. "Me mandó un borrador que presenté al claustro y les encantó", resume la directora. Y es que el mural, de unos treinta metros de largo y alrededor de cien metros cuadrados de superficie, no deja indiferente a nadie por sus dimensiones y vistosidad. El autor está satisfecho con el resultado, aún sin concluir, y considera que "queda muy bonito y transforma el patio totalmente". En total llevará unas cincuenta horas de trabajo, que no ha estado exento de complejidad por la dificultad de trabajar sobre el ladrillo que recubre las paredes del patio.

El muralista narra la historia de una mujer que batalla primero con la violencia psicológica (se representa a través de un monstruo que alude a las relaciones tóxicas) y después con la física (la misma joven aparece encadenada por las manos). Prendes quiso mostrar cómo esa mujer logra finalmente liberarse (en el mural se recrea con ella rompiendo una pared de roca) y descubre su amor propio. En la escena final toma de las manos a un pájaro que representa su identidad y que está presente de manera más discreta en las otras escenas del mural, "aunque ella no lo escucha hasta el final". El pájaro ha llamado especialmente la atención de los más pequeños del Jovellanos que ya lo han bautizado como "la pita azul".

Tanto el artista como la comunidad educativa confían en que el mural cale hondo entre los escolares, que, por lo pronto, ya lo aprecian por hacer "que el colegio no sea aburrido". Prendes espera que su obra pueda "contribuir a la causa" y conseguir cambiar la mentalidad de las generaciones del futuro. En el Jovellanos llevan tiempo trabajando en esa senda aunque, reconoce Longarela, "aún queda mucho por hacer".