A casi veinte metros de profundidad, en el Cantábrico, se esconde una bodega submarina única en el mundo. Se localiza en la bahía vasca de Plentzia y el viernes sus caldos pudieron degustarse en Tapia, en una singular cata maridada organizada por el chef tapiego Alfonso Santiago. "El mar se nota en la botella, pero no en el sabor. No sabe a mar, pero el mar transforma completamente los vinos", defiende el director comercial de Crusoe Treasure, Francesc Ricart. Este singular proyecto, pese a tener a su espalda unos ocho años de investigación, está a punto de cumplir su primer año en el mercado.

Indica Ricart que el mar es "como una lija" que doma el vino, y por eso necesitan caldos "potentes, con cuerpo y grado" que soporten al Cantábrico. Su producción sale de viñedos de diferentes puntos del país, que después se transforman en el mar. Esta bodega es además un auténtico arrecife artificial y cada botella una pequeña joya que sorprende por su aspecto, pues lleva adosada la vida marina.

Santiago, que defiende el vino porque es "diferente y fácil de beber", les convirtió en protagonistas de "Cenas con nombre propio", una iniciativa del restaurante Palermo.