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La ferrería romana hallada en Taramundi ayudará a conocer el trabajo siderúrgico

Los arqueólogos destacan la novedad y excepcionalidad en el norte de España del yacimiento, vinculado a Os Castros

Estefanía Sánchez muestra dos escorias recuperadas (en detalle en el círculo). T. CASCUDO

En A Veiga de Escouredo, un enclave a poco más de un kilómetro de la capital de Taramundi, se trabaja estos días en sacar a la luz la primera ferrería de época romana localizada en Asturias y una de las primeras del Norte peninsular. Un equipo de arqueólogos capitaneado por Estefanía Sánchez afronta la segunda campaña de excavación sobre este espacio, que puede aportar información relevante sobre el trabajo siderúrgico de los antiguos pobladores de la zona.

Los materiales cerámicos hallados y las dos pruebas del carbono 14 efectuadas sobre los primeros restos han permitido datar esta ferrería prehidráulica entre finales del siglo I y principios del siglo III después de Cristo y confirmar su vinculación con la etapa romana del yacimiento taramundés de Os Castros. "Hemos encontrado materiales de producciones lucenses idénticos a los hallados en Os Castros", señala Sánchez, que destaca la singularidad de este espacio siderúrgico. "Teníamos evidencias de trabajos de forja en poblados, pero un espacio de estas características, una ferrería de este momento, es la primera conocida en Asturias, aunque es cierto que hasta ahora no se habían buscado, al centrarse las investigaciones en los poblados", añade.

En la primera campaña de excavación se hizo una prospección geofísica y tres sondeos arqueológicos que permitieron dar con el escorial, es decir, la zona de acumulación de desechos del proceso productivo. Este año se han centrado en ampliar el área de prospección geofísica y han abierto dos nuevos sondeos de dimensiones más amplias, que han permitido hallar el espacio de trabajo de los ferrones. En esta campaña, prácticamente concluida, Sánchez ha trabajado junto a los también arqueólogos Alfonso Menéndez, José Antonio Fanjul y Miguel Busto.

Los ferrones de Os Castros buscaron un lugar fuera del poblado para hacer el trabajo de primera transformación del hierro (pasar del mineral al hierro metal), ya que es un quehacer molesto para realizar próximo a las viviendas. En un fondo de valle muy próximo crearon esta instalación, que ha empezado a emerger 2000 años después de su construcción. Estos días los investigadores han recogido infinidad de muestras, tanto de mineral, como de carbón vegetal y de escorias cuyos resultados arrojarán mucha luz. "Nos dará una información desconocida en esta zona sobre el proceso de reducción del mineral", precisa Sánchez. Y es que, desde la arqueología experimental (en Taramundi se han hecho varios experimentos) se intenta dar con la fórmula exacta que usaban los antiguos para reducir el mineral: "Nos falla algo, pues no se logra una reducción completa. Conocemos los ingredientes, pero desconocemos el toque de la abuela".

Las muestras recogidas no solo darán pistas del trabajo del hierro, sino que pueden aportar datos sobre la procedencia del mineral empleado o incluso sobre la vegetación que componía el paisaje de la época (analizando el carbón vegetal se pueden conocer las maderas que usaban).

Tienen pendiente hallar partes claves del proceso como el horno u hornos que usaban los ferrones para tratar el hierro y que, de momento, no han localizado. El ajustado presupuesto con el que trabajan les impide acometer excavaciones demasiado ambiciosas y, por eso, de los aproximadamente 4.000 metros cuadrados que tiene la parcela, en 2018 trabajaron sobre 14 metros cuadrados y este año sobre unos 16 metros cuadrados. Reconocen que lo ideal sería abrir un área más amplia para disponer de una visión de conjunto mayor y, especialmente, poder localizar los citados hornos. "Nos gustaría encontrar un horno en buen estado porque nos daría muchísima información sobre el proceso", apunta Sánchez.

Con todo, los arqueólogos están más que satisfechos con el desarrollo y los resultados que está arrojando "Ferro Vivo", cuyo objetivo general es cubrir un vacío de conocimiento en torno al trabajo del hierro desde la protohistoria hasta el siglo XVI. El proyecto se financia gracias a una subvención de la Consejería de Cultura (es una línea de ayudas para proyectos arqueológicos abierta el año pasado) y la ayuda del Ayuntamiento de Taramundi y de establecimientos taramundeses como el Museo de la Cuchillería, La Rectoral y Casa Vicente. También es fundamental la colaboración de los propietarios de la parcela, Elda Elisa Veiga y Secundino Iglesias, pues sin su permiso no se podrían acometer las excavaciones.

"Este espacio es una novedad, pues no teníamos nada parecido en la región. Y, sobre todo, es fenomenal que podamos relacionarlo con Os Castros", apunta Menéndez. Y añade: "Es un proyecto modesto que quiere sumar y dar pasos pequeños pero firmes. Lo logrado es para estar razonablemente satisfechos". Ellos son la cara visible de un equipo multidisciplinar en el que colaboran el geólogo Jorge Gallastegui, el catedrático de Botánica Tomás Díaz, el geólogo Luis Miguel R. Terente, el especialista del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) David García, la restauradora Carmen G. Feito y Javier Franco e Iosu Etxezarraga, del equipo arqueológico del Museo de la Minería del País Vasco.

Cuenta Sánchez que fueron varias las pistas que les llevaron a A Veiga de Escouredo. Por un lado, los indicios publicados que hacían referencia a la presencia de escorias en el terreno y, por otro, la inmediatez de la zona con Os Castros y unas "características topográficas muy sugerentes". Confirmadas las hipótesis iniciales les quedan por delante muchos años de trabajo para responder dudas y avanzar en la investigación y la difusión del hallazgo: "Esta línea está abierta, iremos haciendo lo que podamos, pero no nos falta ilusión, gana e interés", concluye Sánchez.

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