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La Mobylette sale del garaje en Castropol

"Tiene poca potencia, pero nunca te deja en el camino", dicen los aficionados a la popular motocicleta, de gran valor sentimental

Foto de familia de los aficionados a las motos clásicas, el sábado en Seares. T. CASCUDO

"Estás viendo una máquina que sustituyó a un caballo, esta moto le puso ruedas a muchísima gente y fue muy importante en el medio rural", dice José Manuel "Memel" Martínez, integrante de un grupo de aficionados a la Mobylette, que nació en la localidad castropolense de Seares con la idea de mimar y dar a conocer estos populares ciclomotores que empezaron a fabricarse a mediados del siglo XX. El sábado organizaron su segunda quedada e hicieron una ruta en la que participaron una treintena de vehículos.

La idea de crear un grupo partió de Manuel Miguel Fernández "Pellán", vecino de Seares de 66 años, que quería recuperar estas populares motos que aguardan perdidas en los garajes de muchos hogares de la comarca. "Fue mi primer vehículo, con 16 o 17 años. Era un dandi en las fiestas", bromea Pellán, que recuerda que tiene llegado hasta Foz a bordo de su máquina. "Es una moto de poca potencia y velocidad, pero nunca te deja en el camino", señalan los aficionados. Destacan el "buen resultado" que dio la marca. Además, en caso de avería, se puede usar a pedales como si fuera una bicicleta. "Es un vehículo muy básico, así que se repara fácil", comenta otro de los integrantes del grupo.

Todos destacan el valor sentimental que tienen estos vehículos, habituales en muchos hogares de la comarca. "Presta mucho recuperarla porque es la moto que había en todas las casas y la pillábamos sin permiso cuando éramos unos nenos", dice Eugenio García.

Cuenta el ribadense Ángel Fernández que la compró en enero de 1979 y, tras dos décadas parada, el año pasado decidió rescatarla. Es una historia compartida por buena parte de estos aficionados como el castropolense Carlos Vior, al que le regalaron "una joya" de 1968 que tardó un año en reparar y que el sábado volvió a las carreteras. Todos reconocen que ahora lo más costoso no es restaurarlas sino legalizarlas para que puedan volver a circular.

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