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El secreto para llegar a 100 años: "Comer más lo de antes"

Rosario Fernández cumple el lunes un siglo de vida en Tapia: "Siempre fui feliz; sin enfadarme"

El secreto para llegar a 100 años: "Comer más lo de antes"

La tapiega Rosario Fernández, más conocida por “Rosario das Leiras” en alusión al nombre de la casa familiar, cumplirá el próximo lunes 100 años. Aunque la longevidad le viene de familia (su padre falleció con 104 años), dice desconocer el secreto de vivir tanto tiempo. Eso sí, apuesta para intentarlo por una buena alimentación y, por eso, recomienda a los jóvenes que mejoren cuanto antes los hábitos alimenticios: “Hay que comer más de lo de antes, que era más natural y sano, no como ahora con tantas grasas”.

“Deberían comer más papas”, dice entre bromas y aludiendo a la popular comida a base de caldo y harina de maíz de la que tanto se alimentaron los de su generación. Ya dice su sobrino Eugenio que si algo caracteriza a Rosario es su alegría y su carácter dicharachero, algo que se comprueba en una simple conversación. La sonrisa, confiesa ella, la ha acompañado toda la vida, años en los que ha habido de todo, de lo bueno y de lo malo: “La vida fue bien, aunque pasar, las pasé gordas”. Y añade: “Siempre fui feliz, la verdad es que nunca tuve un enemigo, ni me enfadé con nadie”.

Rosario nació el 14 de octubre de 1919 en El Valle de San Agustín y en una familia de seis hermanos. En Casa das Leiras, el mote de la vivienda familiar, había ganado, así que desde pequeña le tocó ayudar. Fue a la escuela, pero en cuanto pudo aprendió a coser y a eso dedicó la mayor parte de su vida laboral. “Con quince años ya cosía, primero con mi madre y luego fui a La Roda, a casa de Ramón da Lomba, pues allí enseñaban a coser”, explica.

No solo le gustaba, sino que se le daba bien, así que empezó a recibir encargos. Puede decirse que era algo así como una costurera ambulante, ya que iba por las cosas a atender los pedidos. Cobraba 5 reales el día de trabajo, eso sí, le daban de comer y, si era necesario, también se quedaba a dormir. “Hacía de todo: camisas, pantalones, vestidos...”, precisa. Iba por los pueblos de los alrededores, incluso llegó a trabajar en la capital del concejo, y también hacía encargos desde casa. “Lo dejé porque ya no podía más, los años pesaban; además, después empezó a haber mucha ropa hecha y ya no había tanta demanda”, precisa. Al margen de la costura, su auténtica pasión fue siempre la jardinería y, por eso, ahora lamenta no tener fuerzas para seguir atendiendo el jardín de la casa: “Está abandonado”.

La tapiega no se casó ni tuvo hijos, pero ejerció de segunda madre para sus muchos sobrinos, que la adoran. De hecho, le están preparando para hoy una fiesta sorpresa para celebrar por todo lo alto el centenario con todos los vecinos de El Valle. Ya el pasado verano, en el marco de la feria tradicional de La Roda, le hicieron un pequeño reconocimiento por ser la vecina de más edad de la parroquia.

A Rosario tanto acontecimiento la tiene un poco nerviosa, aún así mantiene una salud envidiable y una gran memoria. “El médico me dice que no tengo nada”, precisa, aunque ella siente que no tiene la misma fuerza que antaño. También añora la época de su juventud, pues ve “regular” los tiempos actuales:_“No me gusta la vida que lleva gente de ahora. Antes era todo más inocente y había muchísimo menos mal”.

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