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El calamar pica en Tapia

"Quiero que los pescadores aprendan a hacer las poteras", señala el gijonés Javier Álvarez, que triunfa elaborando diseños variados del aparejo

Detalle de algunos de sus modelos.

"Esto es un hobby que se me fue de las manos", bromea el gijonés con raíces tapiegas Javier Álvarez sobre su afición a la elaboración artesana de poteras para la pesca del calamar y del chipirón. Lo dice sentado a la mesa del taller desde donde envía estas pequeñas joyas artesanas, muy codiciadas por los buenos resultados que ofrecen, a diferentes puntos del país, especialmente a Galicia y País Vasco, y hasta al extranjero, ya que acaba de enviar un pedido a Inglaterra.

Sus inicios en la pesca se remontan a la niñez, en aquellos veranos tapiegos en los que acompañaba a su abuelo Floro a por pulpo y chipirón. Él fue el culpable de su pasión por la pesca. Años después, en el puerto de El Musel y de la mano de otro aficionado, Mino, empezó a aprender a elaborar sus propias poteras. A partir de ahí, y a base de experimentar con el tamaño y las formas, dio con el modelo ideal: un pez con forma serpenteante que comercializa a través de la página "Los peces de Javi".

"Lo que hago es recrear un pez pasto. Parto de un modelo que haya probado primero. Si veo que pesca, le hago el molde y de ahí salen los demás", precisa. Hace doce modelos diferentes, de entre tres y trece centímetros, pues en función de la época del año y el lugar o sistema de pesca se debe elegir una potera diferente. En el mercado se pueden adquirir poteras desde 8 a 30 euros, aunque las suyas rondan los 15-18 euros. "Esto es artesanía, pero está poco valorado y todo el mundo regatea. Yo les digo que es el precio, creo que hace falta que se aprecie más el trabajo que hay detrás", añade.

Su quehacer empieza con la elaboración del molde de silicona en el que prepara el cuerpo del pez, a base de resina de poliuretano, ideal por su buena flotabilidad y su dureza. Se lija y se recubre con una tela que después se pinta con aerógrafo o con spray. Incluso ahora tiene telas ya dibujadas que imitan el cuerpo de cada tipo de pez. Tras aplicar una capa de barniz para proteger el color, comienza el montaje: se le añade la anilla, las coronas (anzuelo) y el plomado. Este último paso, señala, es clave pues "es el contrapeso que hace que la potera funcione o no, buscamos que navegue un pelín caído hacia la cola". Finalmente se le colocan ojos y plumas para hacerlo "más guapo y vistoso". En este sentido, precisa, es cuestión de gustos de cada pescador, ya que se cree que los calamares no son capaces de distinguir los colores.

Su aprendizaje ha sido autodidacta y, por eso, uno de sus empeños es divulgar sus conocimientos. De hecho, en su web tiene a la venta no solo las poteras listas, sino los materiales necesarios para su montaje y hasta tutoriales con cada paso, algunos con más de 20.000 visitas. "Antes había muchísimo secretismo con esto, pero a mí me interesa potenciar que los pescadores se hagan sus propias poteras y, por eso, enseño y doy cursos cuando puedo. De hecho, gracias a la venta de piezas estamos introduciendo mucho el montaje en el Mediterráneo", añade.

"La clave para que salga bien es la dedicación y la experiencia. En mi caso, antes de lograr el modelo que funciona hice muchísimas poteras durante veinte años y siempre pensando en cómo mejorar, e innovando", precisa. Este artesano, que compagina su afición con su trabajo en Arcelor, explica que la elaboración de poteras está ahora en auge, pues cada vez hay más adeptos a la pesca del calamar. "Hay mucha afición al montaje, aunque profesionales somos pocos", añade.

"Oye, y esto... ¿pescará?". Es una de las preguntas que más le hacen y a la que responde de la misma manera: "Pescar, pesca, pero no hace maravillas. Si no hay calamares, no los inventa". Asegura que sus productos se diferencian por la buena calidad y los acabados y ahí está la clave: "Gustan porque pescan". Y como anécdota cuenta la historia de un cliente coruñés que le escribió para agradecerle su trabajo: "Se pagó la carrera de Ingeniería gracias a los chipirones que pescó con mis poteras".

Actualmente cuenta con una cartera de trecientos clientes y en verano, la época de más pesca de calamar, se ve obligado a cerrar la tienda online para la venta de poteras montadas por exceso de pedidos. "Prefiero vender dos bien que treinta mal", concluye.

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