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Historias del mundo rural

Evocación del semanario "Nalón" desde la actualidad de la reivindicación de los pueblos

Historias del mundo rural

Al iniciarse la década de los sesenta, del siglo pasado claro, llegaba a media tarde a Pravia, los sábados, en el tren del Vasco procedente de Oviedo, un muy voluminoso paquete de ejemplares del semanario "Nalón", que estaba dirigido por José Antonio Cepeda (Juan de Neguri), y minutos después ya lo subía "La Carretona" hasta la calle de San Antonio, dejándolo a Ramón Varela, que tenía una librería que olía siempre a tinta de imprenta. A última hora salía "La Caralla", aquella legendaria camioneta que subía hasta Mallecina. Una veintena de ejemplares de "Nalón" quedaban por Puentevega, La Peñuca, La Tienda, Malleza y La Arquera.

En aquellas páginas del semanario había una columna que se titulaba "Por las riberas del Aranguín" y escritas a lápiz -ni se había inventado el bolígrafo- por el que ahora firma esta crónica, al que había convencido el bueno de Varela de que tenía madera para ser corresponsal de prensa.

De todo esto me acordé, y así lo conté el domingo en Pravia, en la feria de muestras llamada "Pravianea", cuando el alcalde praviano, David, me entregó una placa en la que se pone de relieve la importancia que tiene para los pueblos que alguien escriba sobre sus gozos y sus sombras. Muchos años después de aquel "Nalón" mencionado, quiero prometer y prometo que me hace la misma ilusión de entonces cuando tengo la oportunidad de escribir y publicar alguna historia del mundo rural que no es que esté totalmente perdido, pero al que tenemos que entre todos dar un impulso para que no se muera. Y de ahí que desde haya catorce años estemos botando mensualmente ese modesto barco de papel que se conoce como "La Comarca" de los concejos de Pravia y Salas.

A la comisión de gobierno municipal de Pravia, a quienes desafiaron el pasado domingo los vientos huracanados, la lluvia a calderaos y el frío invernal pese a que estamos en la seronda, para quienes abandonaron la confortabilidad de la cafetería y a cuantos pravianos acudieron a la carpa de "Pravianea", que a mí me parecieron multitud, les quiero testimoniar aquí y ahora mi eterna gratitud. Su cercanía, su calor, su identificación, sus miradas y gestos de afecto me han demostrado que la trayectoria iniciada en aquel "Nalón" desde las riberas del Aranguín, ha merecido la pena.

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