Cuenta la gijonesa Valentina Secades que hace unos quince años la operaron del túnel carpiano y, harta de hacer rehabilitación con garbanzos y arena, se decidió a probar con el encaje de bolillos. No solo le ayudó a recuperarse, sino que la conquistó para siempre: "Como me ponga por la mañana un rato, se me quema la comida", bromea. Y es que los aficionados coinciden en que esta labor "es relajante y muy adictiva". De sus cualidades se habló largo y tendido ayer en Vegadeo, donde se celebró el II Encuentro de bolillos "Villa de Vegadeo", con alrededor de ochocientos participantes.

"Fue un acierto organizar este evento, porque va a más cada año. Tenemos la instalación idónea, así que lo único que hacemos es organizarlo lo mejor que sabemos", señala el alcalde, César Álvarez, acerca de una cita en la que participaron cincuenta y cuatro asociaciones de Asturias, Galicia, Cantabria y Castilla y León. De la buena organización da fe Conchi Pérez, que se desplazó desde Ponferrada para instalar uno de los veintisiete puestos de venta presentes en el encuentro. "El bolillo tiene muchísimo tirón y cada vez va a más", señaló la mujer, que también imparte clase.

Entre los vendedores también estuvo María Isabel Santos, que se desplazó desde Granada y sorprendió con su cerámica pintada, en la que recrea los más variados encajes: "Soy una enamorada del encaje y, como he intentado hacerlo y no me ha salido, me inspiré en él para hacer estas piezas pintadas a mano". Empezó hace cuatro años y está teniendo mucho éxito, tanto entre los mayores como entre los jóvenes. En este sentido, confía en que las nuevas generaciones cojan el testigo y no se pierda lo que considera un arte: "Es curativo. Veo a la gente mayor que está feliz y les ayuda mucho. Espero que la juventud se anime y no se pierda".

Cierto es que la media de edad de los que practican el encaje de bolillos es alta, pero también hay jóvenes que empiezan a tener inquietud, como el leonés Cristian Núñez, de 12 años. Su madre da clases de esta labor y a él le picó la curiosidad. "La veo a ella y la verdad es que relaja", explica. Es una opinión compartida por los aficionados. "Engancha y tranquiliza", dice Concepción Beivide, que ayer se desplazó desde Cantabria a Vegadeo.

Cuentan las veteranas que, aunque el bolillo tiene fama de difícil, no lo es, y que en dos o tres meses se puede lograr cierta destreza. "Hace falta un poco de paciencia", añade Beivide. Lola Pereira, de Pontevedra, apunta que al principio "cuesta y aburre", pero, una vez que uno sabe defenderse, "relaja mucho". Para Pilar García, también integrante de la "Asociación de Palilleiras do Baixo Miño", el encaje es un aliado estupendo para evadirse: "Lo estás haciendo y se te olvidan todas las penas, no puedes pensar en otras cosas". Ambas creen que el bolillo va a más, sobre todo porque cada día tiene más aplicaciones: "Hoy en día se usa para todo, desde una sombrilla a un tanga o un bolso".