Hace tiempo vengo observando la dejadez de los jóvenes, su olvido de un pilar fundamental en la sociedad y la economía asturiana como es la ganadería. No solo por la clase incipiente, sino también por el Gobierno.

Mi abuelo siempre me ponía el mismo ejemplo: hace años cuando él era más joven tardaban en ordeñar siete vacas una hora; ahora, gracias a la mecanización, pueden ordeñar treinta y cinco vacas en dos horas. El tiempo sin duda ha mejorado, pero la parte complicada de la historia es el precio al que se paga la leche, por cada litro 0,354 céntimos. El problema está en que cuesta más mantener una vaca que la leche que produce. Para entenderlo, es mejor en cifras. Hablaré siempre de una sola vaca.

De media produce 32,5 litros, es decir, 11,50 euros. El gasto en comida es de 6,86 euros, también hay que tener en cuenta la luz, 0,35 euros; los medicamentos y veterinario, 1 euros. Sale un total de 3,24 euros por vaca. Y no nos podemos olvidar de los autónomos y Seguridad Social e inversiones (como la mejora de instalaciones o imprevistos), los cuales ascienden a un total de 1.500 euros al mes.

Es un trabajo duro como el que más, jornadas de 12 horas, los 365 días del año. Imaginemos que en medio de la noche una vaca se pone de parto, obviamente tienes que asistirla y vigilar que ella y el ternero estén bien. Conclusión: esa noche no duermes y así todas las semanas. Para que una persona pueda vivir de este sector se necesitan un mínimo de 20-30 vacas, de las cuales sacas un beneficio de 1.000-1.500 euros. Contando que el 70% del beneficio que se obtiene al año va destinado directamente a la comida.

Con estas dos medidas podríamos mejorar muchas cosas:

-La primera sería incrementar el precio de la leche 4 o 5 céntimos, con eso se podrían no solo cubrir los gastos sino que también se mejorarían las infraestructuras, ya que siempre se ha puesto la calidad de vida de la vaca por encima de todo y eso nunca ha sido recompensado. No importa cuántas vacas tengas si el precio de la leche sigue siendo el mismo.

-La otra medida sería limitar el volumen de la ganadería y eliminar las macrogranjas, en las cuales, reiteramos -por mucho que os intenten vender en los anuncios de yogures-, el trato hacia los animales no va a ser el mismo que en una granja de 35 vacas. Como decía mi abuelo Cándido, aquel que no sabe el nombre de sus vacas no es un ganadero, es un explotador.

Por otro lado, el norte de España ha estado experimentando estos años atrás la desaparición de ganaderías familiares: en un pueblo en el que había tres ganaderías hace dos años, ahora solo queda una.

Otro punto que no debemos olvidar es el poco respeto con el cual se trata al campo. Parece que a todo el mundo se le ha olvidado que es un trabajo difícil, sí, pero gracias a ese trabajo tú puedes desayunar todos los días.

Y aquí está la cuestión: nos quedamos sin trabajadores, sin agricultores jóvenes, sin ganaderos, y lo que vendrá después será sin duda quedarnos sin futuro.