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Bajar a La Barraca

La impagable labor de Claudio García, a sus 92 años, en su "Corte Inglés" rural

Bajar a La Barraca

Claudio García cumplió hace unos días 92 años. Lleva toda su vida al frente de Casa Claudio de La Barraca de Malleza y su tienda-almacén-ferretería ha sido declarado establecimiento colaborador en los dos meses que llevamos en estado de alarma. No ha cerrado, por tanto, y solo dejó de servir bebidas al detalle en la barra del bar. El resto, como siempre. Y muy cerca, el molino que sigue produciendo harina de maíz día y noche porque hay gran demanda.

Cuando en los pueblos de las parroquias de Malleza, Mallecina, Priero, Camuño, Cordovero, Folgueras y Arango hace falta algo en casa o en el establo, cualquier día de la semana y a la hora que fuere, basta con bajar -o subir- a La Barraca. Una bombona de butano, cuerda para el tractor, un kilo de azúcar, unas botas de agua, piensos para toda clase de ganado, patatas de siembra y de las otras, un grifo, arena, cemento, ladrillos, una piedra de afilar la guadaña porque se te rompió la que tenías en el zapico... en fin, pida usted lo que necesite y si, por una casualidad, se agotó la existencia ya Claudio toma buena nota sobre la marcha y en horas tienes el pedido a tu disposición.

En el invierno de hace sesenta y cinco años cayó una nevada que tuvo a esta comarca incomunicada por tierra, río, mar y aire durante dieciocho días, al cabo de los cuales apareció un panadero de Salas con un mulo y dos banastras que traían pan, tabaco y LA NUEVA ESPAÑA. El primer carreiro que abrieron los vecinos de la comarca con palas fue para poder llegar a Casa Claudio a buscar carburo para los candiles, porque La Belmontina dejó de alumbrar cuando comenzó a nevar.

Desde hace dos meses, Casa Claudio es la tabla salvadora para emergencias en una muy amplia comarca que no le queda a mano, debido a las circunstancias, el viajar a las villas de Salas y Pravia. Y si se te olvidó la cartera en casa tampoco hay problema, porque como aquí el cliente es como de la familia, se "apunta" lo que llevas y pagas cuando vuelvas a necesitar algo. Y encuentras siempre la sonrisa serena, el señorío, la exquisita educación, la hombría de bien y la sincera amistad de Claudio. Así es que llegas y alargas la hora de marchar de La Barraca, en el sublime paraje de la ribera del río Aranguín. Ya no hay truchas pero nos queda Claudio. Y que sea por muchos años porque nos hace mucha falta. Ahora y siempre.

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