La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un jardín encantado y que encanta en Tapia

"Es una forma de entretenerme", dice José Manuel "Camarada", cuyas peculiares obras atraen a muchos visitantes a su finca de Mirayos

José Manuel Alonso, "Camarada", muestra el detalle del cormorán que ha creado en su finca de Mirayos. T. CASCUDO

El "jardín de los recuerdos" está en Mirayos, en la costa de Mántaras, es obra de José Manuel Alonso "Camarada" y se está convirtiendo en punto de parada obligado para los muchos vecinos y visitantes que transitan a diario por la senda costera de Tapia. En menos de un año, el tapiego ha creado un espacio mágico en el que conviven desde animales exóticos como una jirafa o dos flamencos a elementos de la vida tradicional como un pozo o una vara de hierba seca ("payeiro", en la zona). "Es una manera de entretenerme", confiesa, abrumado por el éxito que está teniendo su particular rincón.

Para conocer a fondo la razón de ser de este sitio hay que acercarse sin prisa y escuchar la historia vital de Camarada, hombre inquieto y emprendedor, que, entre otros méritos es el "padre" de la Feria Campomar que se celebra en Tapia desde hace más de veinte años. En los años más duros de la enfermedad de su mujer, Agustina Rodríguez, que falleció hace siete años, él empezó a tomar por costumbre acercarse a su finca de Mirayos a respirar y a relajarse. Iba con ella en el coche, se bajaba y en este espacio encontraba su descanso. "El monte fue una terapia para mi, me liberó de la presión", cuenta, mientras se deshace en halagos hacia su esposa, el amor de su vida.

Su mujer es la figura que inspira este particular jardín de Mirayos, pero también su abuela, Tía Dolores de Camarada, que un día antes de morir le dijo: "Has cuidarme el jardín, que vou tar vigilándote". Nació ahí su afición por las flores, que cultiva en su casa de Mántaras y ahora también en su finca de Mirayos. "Como en casa ya había hecho mucho, pensé en venir aquí. Me encontré un montón de piedras y empecé a pintarlas y lo primero que puse es el nombre del sitio con ellas", cuenta. A medida que seguía adecentando la finca, fueron apareciendo más piedras y también restos de árboles con los que empezó a pensar en dar forma a sus criaturas.

Aunque Camarada fue ganadero de profesión siempre sintió pasión por el arte y, como hombre inquieto que es, confiesa que lo que más le gusta "es estar pensando qué se puede hacer". Por eso, pasan muchos días hasta que da con la forma perfecta para un tronco o un resto hallado en el monte. La prueba es la figura de un cocodrilo devorando a una serpiente que está ahora en proceso de creación. Además de sus figuras, cada día hay más objetos en el jardín, pues recibe muchas aportaciones de vecinos, especialmente de niños que le traen elementos para decorar. "Aquí opina todo el mundo, como pasa tanta gente, todos dan su opinión. Este es un lugar abierto para disfrutar y participar", añade Camarada, al tiempo que confiesa que para él su visita al jardín de Mirayos es tiempo para disfrutar y relajarse. "La casa se me cae encima y vengo aquí y disfruto. Este sitio es una gozada", añade.

Entre los animales recreados hay una jirafa, un pavo real, dos flamencos (uno de ello en recuerdo de la también vecina de Mántaras Ángeles González, que escribió "Flamencos rosas" contando su historia de lucha contra el cáncer), un cormorán o un toro. También hay una zona dedicada a los recuerdos de su época de labrador, donde no faltan aperos de trabajo. Y hay guiños para los niños o para los jugadores del Real Tapia, a los que emula pintando una especie de calcetines azules y blancos en la base de los rebrotes de eucalipto de la finca. En su rincón no faltan algunos de sus escritos y un alegato en defensa del entorno "al que hay que cuidar".

"Esto es fruto de muchas horas de contemplación. Tengo la cabeza llena de ideas, así que no se acaba, creo que es bueno hacer cosas y aportar", avisa, al tiempo que agradece los ánimos de la gente para que Mirayos siga creciendo.

Compartir el artículo

stats