No quería Castropol dejar pasar el Corpus sin alfombra floral. Por ello la mayor parte del pueblo se empleó estos días a fondo para hacer algo "más pequeño y recogido de lo habitual, pero también muy ilusionante". Lo dice la presidenta de la asociación cultural "El Pampillo" de Castropol, Maite Muiña, quien ayer se presentó como la impulsora de unos adornos florales que por motivo de la crisis sanitaria se daban este año por perdidos.

Los trabajos empezaron en enero, "como siempre". Es verdad que entonces no se conocía lo que podía pasar con el coronavirus. El peor pronóstico se cumplió y pasados los meses, y cumplido el confinamiento más estricto, en el concejo quisieron retomar y presumir de una afición y un talento "que hoy por hoy se reconoce en el mundo entero". Dispuestos a hacer alfombras, diseñaron unos dibujos "especiales" que pudieran acomodarse en rincones de la iglesia. "No fue fácil porque no queríamos restar aforo, así que pensamos en los altares", concretó Muiña.

Ayer lucieron seis alfombras. Todas al pie de los altares y con pétalos de flor y otros materiales, como hilos de cobre del astillero local, procedentes del concejo y de pueblos con tradición alfombrista que colaboran con "El Pampillo", como el gallego Bueu. "Siempre nos ayuda mucha gente y estamos muy agradecidos del respaldo y del trabajo en equipo", destaca Maite Muiña. La presidente del colectivo organizador señala que este año ha sido "diferente y muy especial" por la crisis sanitaria.

Precisamente las restricciones hicieron del Corpus de Castropol un encuentro menos multitudinario y también muy sentido. Acudieron sobre todo vecinos de Castropol y alrededores, y tampoco faltaron fieles a esta Fiesta de Interés Turístico de otras zonas de Asturias. Fue el caso de la familia formada por Amanda Moradas y Rosario y José González. Ovetenses, viajaron hasta Castropol para disfrutar del buen hacer de los vecinos de este concejo occidental. "Venir a verlo es una forma de reconocer este gran trabajo", opinó Rosario. "Nos encanta todo", dijo Amanda.

Para Antonio Esteban Quintana, de Castropol, acudir a la misa y ver las alfombras fue casi una obligación. "De esta forma reconoces el trabajo de los alfombristas", indicó. Además, el plan b a la propuesta tradicional fue bienvenido porque la gente que hace los diseños y rellena los huecos con material "practica esta habilidad que para el concejo es muy importante".

En el pueblo están "muy orgullosos" del trabajo, tal y como señaló Francisco Fernández, de la asociación "El Pampillo". "Se sale de lo habitual porque estamos acostumbrados a llenar calles de adornos, pero Castropol no podía amanecer sin alfombras", indicó. "Hacerlas nos devuelve la ilusión y nos hace estar presentes al margen del coronavirus", agregó.

Los diseños se rellenaron con hortensias, pampillo, rosa roja, mirto, brezo, semillas de eucalipto, serrín y garbanzos, entre otros materiales. La imagen más antigua que tiene Castropol de sus alfombras es de 1931. Según documentó "El Pampillo", en la capital del concejo siempre cumplieron con la tradición y por ello este año no querían dejar pasar la oportunidad.

A mediodía tocaron las campanas y para entonces los alfombristas de Castropol tenían casi en perfecto estado todas sus creaciones. "Tenemos una tradición que, pase lo que pase, hay que conservar", concluyó Muiña, dispuesta a sorprender en el futuro con más actividades y colaboraciones para dar visibilidad a los trabajos de los alfombristas de Castropol. Y es que esta afición también lleva el nombre del concejo por el mundo: "Esperamos tener más oportunidades para hacer cosas de interés, este es un mundo apasionante".

La misa se celebró como todos los domingos de Corpus, pero hubo restricción de aforo. Antes de la celebración, los interesados pudieron disfrutar de las alfombras y hacer el recorrido por el templo con total libertad.