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Riomolín, nueva parada del oso

El pueblo cangués recibe la visita de un plantígrado que come miel en una panera, y el de El Bao sigue yendo, ahora a por manzanas e higos

El oso de Riomolín, en su visita nocturna. REPRODUCCIÓN DE D. Á.

Desde hace una semana, sobre las once de la noche, los vecinos del pueblo de Riomolín, en Cangas del Narcea, reciben la visita de un oso. En una panera ha dado con uno de sus manjares preferidos, la miel, y cada noche atraviesa el pueblo para subirse al corredor de la edificación y exprimir al máximo la colmena, sin importarle la presencia de personas o la persecución que le hacen los perros del pueblo.

"Aquí solemos ver osos enfrente del pueblo, por las fincas, pero uno tan sinvergüenza como este, que se metiera entre las casas, hasta ahora no lo tuvimos", explica el vecino Manuel Rodríguez, quien asegura que una de las noches se asomó a la ventana y lo vio debajo.

Según explica Rodríguez, la panera a la que el plantígrado hace su particular peregrinaje cada noche pertenece a una familia que no reside de forma habitual en el pueblo, donde solo quedan cuatro casas habitadas en las que se reparten nueve habitantes. Asimismo, la colmena destrozada y a la que está exprimiendo su producción acogía un enjambre que llegó a ella de forma natural.

Los vecinos creen que ahora que se acostumbró a adentrarse en el pueblo seguirá haciéndolo cuando las manzanas maduren. Pero lo que más les preocupa es la inseguridad que sienten. "No puedes salir de noche por el pueblo porque es un animal salvaje que no sabes cómo puede reaccionar, y a los perros no les hace ni caso", asegura Rodríguez, que espera que la guardería del medio natural intervenga y lo ahuyente.

En El Bao, en Ibias, la presencia de un oso por sus calles y caminos también se ha hecho habitual desde el mes de mayo, tanto es así que los vecinos le han puesto nombre y se refieren a él como "Serafín". Aunque ya en mayo los agentes del Medio Natural desarrollaron el protocolo para intentar alejarlo de la localidad, "Serafín" no ha dejado El Bao y los lugareños siguen viéndolo a diario.

"Mientras haya comida no se va a marchar, vino por las cerezas y ahora está con las manzanas y los higos; a mí me destrozó dos manzanos y los huertos los tenemos cerrados con pastor porque lo destroza todo", se queja el vecino Arsenio Sal.

Entiende que es un atractivo ver a un oso con la facilidad con la que se deja ver este y que eso está haciendo que llegue gente a la zona interesada en él, pero lamenta que todos los destrozos que está causando no se estén valorando ni se vayan a pagar a un precio adecuado. "Deshizo todos los cerezos del pueblo y mueve las piedras de los caminos en busca de hormigas, aunque es una atracción muy guapa la gente que tiene frutales, huerta y animales está teniendo muchas pérdidas", expone.

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