Un "¡Viva Victorino!" seguido de un emotivo aplauso rompió el silencio en Trabáu cuando del coche fúnebre salió el ataúd con los restos del cunqueiro Victorino García. Eran las cinco y media de la tarde y familiares, amigos y vecinos llenaban el pueblo degañés para despedir a un hombre que se desvivió por mantener las tradiciones y la vida en los pueblos. El aplauso acompañó la subida del féretro a hombros de sus familiares desde la carretera hasta la pequeña iglesia parroquial, donde el sonido de los aplausos fue relevado por el de la gaita que tocaba desde el interior su amigo Carlos Fernández.

La iglesia solo tuvo sitio para acoger a parte de la familia, mientras que alrededor de ella y a lo largo de la carretera se repartían el resto de asistentes, entre los que no se disimulaba la incredulidad por estar despidiendo a García de tan solo 57 años y que falleció de forma repentina el sábado.

"Supone una gran pérdida para nosotros, era un claro referente, puso en el mapa a Trabáu y Degaña, él sabía que el mundo rural tiene futuro y demostró que si se quiere, se puede", recordaba el alcalde de Degaña, Óscar Ancares.

Al final del funeral también sonaron las panderetas, fabricadas por él mismo, en las manos de Xosé Ambás y Ramsés Ilesies, que interpretaron una jota del repertorio tradicional del pueblo. Además, su sobrino Víctor García y su cuñada Rosa Rodríguez leyeron un texto también escrito por el propio cunqueiro. Y de nuevo aplausos cuando el féretro abandonó la iglesia.

"Tiene un valor terrible para la cultura asturiana, peleó por poner en valor el mundo rural en base a su cultura tradicional y a un equilibrio sostenido entre cultura, ecología y ganadería; con 57 años hizo mucho y queda un legado único", ensalzó Ambás.