La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los Pérez, el motor de Vegadeo

“Ver cómo vuelven a arrancar es lo mejor”, dice una familia de Vega de Villar que repara y colecciona viejas máquinas

Rubén y Martín Pérez posan orgullosos con el motor Bristol reparado. | T. Cascudo

Entre 1906 y 1920 los ingleses fabricaron tres mil seiscientos motores de la marca Bristol Wagon & Carriage Works Victoria 5hp. Hoy están documentados tan solo trescientos sesenta. No son valiosos por ser los mejores, sino por su escasez. Así que dar con uno y tener la suerte de ponerlo en funcionamiento es todo un acontecimiento. Lo puede contar el veigueño Martín Pérez que, a sus 17 años, es un apasionado de los motores antiguos y el primero que ha reparado en solitario ha sido un Bristol datado entre 1910 y 1911: “Ver cómo vuelve a arrancar es lo mejor”.

Su padre, Rubén Pérez, es calderero de profesión, pero también un apasionado de la mecánica. Hace once años cumplió su sueño de tener su primera máquina de mayar, construida en 1930, y desde entonces no ha parado de comprar y reparar viejas máquinas. Desde motores a un torno mecánico alemán de entre 1905 y 1910, sin olvidar los míticos tractores Barreiros y alguna moto de coleccionista. También disfruta rescatando, junto a su mujer, Sonia García, infinidad de objetos de la vida cotidiana de hace décadas. En su casa guardan una auténtica colección de etnografía con elementos que van desde una lareira a antiguos carretes de pescar. Lo último que están incorporando son arados antiguos, especialmente de la marca española Brabant, aunque también consiguieron en Pravia uno francés del año 1905.

“Me gusta todo lo relacionado con el campo, nací en Sueiro (El Franco) y allí andaba siempre entre la cacharrada”, señala Rubén, que nunca imaginó que compartiría esta curiosa afición con su hijo. “Cuando empecé a arreglar la primera máquina de mayar me acuerdo de que yo pintaba y venía Martín por detrás, que era pequeño, y se ponía a lijar lo recién pintado”, bromea. Pero así, a base de ver a su padre enredando con la maquinaria, le fue entrando el gusanillo. Tanto, que hoy estudia mecánica en el instituto de Vegadeo y han creado su propio canal de Youtube: “Motores Rubén y Martín. Roxos”.

Volviendo al motor Bristol, cuentan que su hallazgo fue un golpe de suerte y ahora se ha convertido en la joya de la corona de su colección. De hecho, su hazaña ha tenido eco en la prensa especializada de Inglaterra. El motor en cuestión lo adquirieron a principios de este año en Somiedo y estaba prácticamente echado a perder. “Cuando lo vimos tan destrozado se nos cayó el alma a los pies”, confiesan. El confinamiento les vino bien, pues disponían de mucho tiempo en casa para volcarse en su reconstrucción. Como Rubén tiene una lesión de espalda, Martín se ocupó en solitario del trabajo pesado, dedicando más de ciento cincuenta horas.

El motor, recién llegado al taller.

Estaba roto, faltaban piezas, pero a base de ingenio e improvisación fueron montando el puzzle. Incluso llegaron a construir un magneto de reemplazo, una pieza esencial para el funcionamiento de este motor estático o también llamado estacionario. Sin embargo, cuando en Inglaterra se conoció su hallazgo, les facilitaron dar con uno original, que, finalmente, han incorporado al motor. “Incluso me enviaron un vídeo de alguno funcionando. Ellos le dan mucho valor porque se fabricaron pocos y se exportaron muy pocos”, añade Rubén. En este sentido, lamentan la poca cultura que hay en España en lo tocante a preservar las viejas máquinas. Por eso, se encuentran con la dificultad de pactar un precio de venta justo para vendedor y comprador.

“Lo que intentamos es salvar estas cosas de la ruina, queremos que no vayan para chatarra”, explican. Cuando se les pregunta si venderían alguna pieza, no dudan en decir que no. Lo mejor, señalan padre e hijo, es el tiempo que comparten y la satisfacción de rescatar del olvido pequeños trozos de historia.

En su colección se pueden encontrar motores de Alemania, Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos. Con la experiencia, dicen que se han vuelto “más exquisitos” y persiguen los más antiguos, de 1920 hacia atrás. “Somos muy puristas y buscamos dejar el motor lo más parecido a cómo debería estar. No buscamos pintarlo y que parezca nuevo, sino mostrar una pieza desgastada que aún funciona”, explican.

El proceso de trabajo es de lo más minucioso y empieza con la limpieza y decapado de la máquina, a la que retiran todo el óxido. Después, se desmonta pieza a pieza para reparar y, por último, volver a montar. De ahí el valor que tuvo rescatar un Bristol de hace más de un siglo que estaba prácticamente perdido. Padre e hizo tardarán en olvidar el abrazo que se dieron al verlo de nuevo en marcha.

Compartir el artículo

stats