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El sector cuchillero de Taramundi resiste la crisis, pero necesita el regreso del turista

“La venta directa es muy importante”, indican los profesionales, que constatan el aumento de los pedidos a través de internet en el último año

Antonio Díaz afila una hoja en su taller de Vega de Llan. | T. Cascudo

El sector cuchillero de Taramundi aguanta el tirón en esta larga crisis del covid-19, aunque necesita ya el regreso del turista para recuperar la venta directa, que es la que más beneficios reporta a los profesionales. La ausencia de visitantes pasa especial factura a los pequeños talleres artesanos, ya que los grandes productores lo suplen con la venta online, que ha crecido en este año de pandemia.

Así lo constata “La Cuchillería”, la mayor productora del concejo. “La venta a través de la web creció muchísimo y eso que el año pasado estuvimos dos meses sin la página funcionando. Pasamos de vender online un 7,4% en el año 2019, a un 18% en 2020”, explica la administrativa de la empresa, Nieves Bermúdez. Por contra, la venta directa en el taller bajó del 52,1% en 2019 al 47% el año pasado. Es lo lógico porque la fábrica estuvo cerrada al público la mayor parte del año, de hecho, de marzo a julio, se acogieron a un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE), lo que les permitió cerrar el año en buenas condiciones. Aunque la empresa podía seguir abierta, optaron por cerrar para no acumular demasiado stock. Sin embargo, en mayo, había “tal cantidad de llamadas y correos” que pusieron la web en marcha y “se empezó a vender muy bien”. Sobre todo, precisa Bermúdez, a través de tiendas agrícolas y establecimientos comerciales que se mantuvieron abiertos durante la pandemia.

“En el verano se desmadró tanto la cosa que lo vendimos todo y si hubiera más, más habríamos vendido. Llegamos a octubre dando salida a pedidos de julio y a finales de enero estábamos respondiendo a pedidos de noviembre. Hubo momentos de quedar a cero en determinados productos, algo que nunca nos había pasado”, añade Bermúdez, que está satisfecha por cómo están salvando esta crisis.

Otra de las empresas de mayor tamaño es la del “navalleiro” taramundés Juan Carlos Quintana, que dirige además el Museo de la Cuchillería de Taramundi. “La venta directa es muy importante y, de momento, nosotros no estamos abiertos al público, así que vamos resolviendo con la venta online, encargos y la compra de marchantes de toda la vida”, precisa. Reconoce que el verano y el otoño fueron buenos, pero considera importante recuperar el turismo cuanto antes para poder vender sin intermediarios. Es una necesidad especialmente acuciante para los pequeños talleres, que viven del visitante y sus encargos. “En verano los turistas se llevan navajas y nos hacen encargos que es lo que nos da trabajo todo el año, así que, sin turismo y con la puerta a Galicia cerrada, es difícil”, explica el artesano Aurelio Díaz.

Los Díaz: Antonio, el más veterano; Aurelio, el más joven, y el hijo del primero y padre del segundo, Antonio, en el taller de Vega de Llan. | T. C.

Artesanía de tercera generación

El taramundés Aurelio Díaz, de 25 años, se incorporó hace unos cuatro años a un oficio que mamó de su padre y de su abuelo y defiende a capa y espada la labor del artesano de toda la vida, que controla la totalidad del proceso de fabricación de una navaja o un cuchillo: “hacemos el producto de principio a fin, forjamos la hoja y elaboramos el mango y la virola; quedan pocos en Taramundi que lo hagan”. Su abuelo, Antonio Díaz, hoy jubilado, montó hace 46 años en Vega de Llan el taller que ahora defienden Aurelio y su padre y por el que pasan cada año cientos de turistas, a los que enseñan con mimo una tradición secular.

“Mi abuelo me enseñó a hacer las navajas y mi padre a trabajar, los trucos para hacerlo bien”, cuenta Díaz, que, desde 2019, compagina su trabajo con su labor como portavoz del PP en el consistorio taramundés. Se formó como técnico en sistemas electrotécnicos, para poder trabajar en el campo de las energías renovables, pero siempre le tiró el oficio de “navalleiro”. Por eso, al finalizar los estudios, lo tuvo claro y se incorporó al taller “Antonio Díaz”.

Insiste en que la marca de la casa es la pureza del oficio y se muestra crítico con los profesionales que optan por comprar los materiales hechos y montarlos para la venta. “En la media hora que yo tardo en hacer una navaja, ellos hacen decenas. Los artesanos de verdad hacemos poca cantidad porque lleva más tiempo y, por eso, siempre estamos pillados”, precisa. Eso sí, deja claro que no está en contra de los grandes productores del concejo, pues de ellos depende que el producto sea conocido y llegue a muchas manos: “Yo lo que quiero es que la gente sepa diferenciar una navaja industrial de una artesana, pero las fábricas son importantes porque nos dan a conocer”.

“Hacemos el producto de principio a fin, hoja, virola y mango; quedan pocos que lo hagan”, señala el más joven de la saga de los Díaz, Aurelio

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Esa difusión permite que cada año Taramundi reciba cientos de turistas atraídos por un territorio donde nació el turismo rural y en el que se mantiene vivo un oficio tradicional como la cuchillería. “Si sigue habiendo turismo, esto tiene futuro”, dice convencido Aurelio Díaz, que espera que pronto mejore la situación sanitaria y que así puedan volver a pisar su taller los visitantes. “Perder dos años seguidos la Semana Santa es mucho, pero hay que aceptar la cosa como viene”, admite. En su caso, no solo echa en falta el turismo nacional en general sino a los vecinos gallegos en particular. “La gente de Galicia es la que nos levantaba los inviernos, se puede decir que en temporada baja el setenta por ciento de los visitantes son gallegos”, apunta.

El taller de Antonio Díaz, donde los productos salen firmados por una “A” rodeada por un círculo de pequeños puntos, es famoso no solo por sus navajas y cuchillos, sino por la elaboración de unas tijeras de acero al carbono o acero inoxidable para cortar el pulpo que tienen patentadas. “Tenemos la patente desde hace treinta años y el noventa por ciento se van para Galicia”, apunta el joven. Cuenta que las tijeras “son muy laboriosas” y, por eso, suelen afrontar su elaboración en los meses de invierno, cuando hay más tiempo, al reducirse las visitas guiadas. “Hay que estar una hora con el martillo, que pesa 3,5 kilos”, señala.

Aurelio Díaz es de los últimos en incorporarse al oficio en Taramundi, aunque cree que hay sitio para más. Eso sí, considera que debería facilitarse la enseñanza del trabajo, como se hacía antaño: “Mi abuelo le enseñó a hacer navajas a parte de Taramundi”. Apunta que aprender a hacerlas a mano lleva su tiempo, pero cree que el futuro debe pasar por preservar la pureza del producto artesano, que hace que no haya dos ejemplares iguales.

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