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Fallece Otilia González, la única residente de Froseira (Boal) y la mejor guía de la vida rural

Mujer entrañable, gran conocedora de su aldea, de la molienda y la ferrería, atendió durante años a cuantos viajeros se acercaban a conocerla.

Otilia González López, la última vecina del pueblo de Froseira (Boal), fallecida el pasado domingo.

El pasado domingo, justo el 13 de junio que es el día en que nació hace 90 años, fallecía una de las vecinas más queridas de Boal: Otilia González López. Era la única residente del pueblo de Froseira, donde vivió sola los últimos 20 años de su vida, aunque bien es cierto que sus hijos y familia la visitaban casi de continuo. Su decisión de seguir en su pueblo tras fallecer su marido fue inamovible, como dijo en alguna ocasión a LA NUEVA ESPAÑA: “Mi vida es especial aquí. Aquí estuve trabajando y viviendo. Aquí crié a mis hijos y viví con mi marido. Para mí no hay un sitio mejor en el mundo”, señalaba entonces.

Otilia en una imagen hace años mostrando su trabajo en el molino. Miki López

 Vivía entregada a sus quehaceres en la aldea, aL oficio de molinera que ejerció hasta casi sus 85 años, moliendo pequeñas cantidades de maíz o trigo para quienes se lo pedían. También le gustaba mostrar el molino y su funcionamiento, así como la vieja ferrería que hay a la entrada del pueblo, que hizo historia con su enorme producción entre 1751 y 1886 con hierro que entraba en la ferrería procedente del País Vasco. Froseira es, además, parte de una de las rutas turísticas más conocidas de la zona, la que lleva a la Cova del Demo, de ahí que, a lo largo de los años, Otilia se convirtiese no sólo en la mejor guía para los viajeros que hasta allí acudían, sino la mejor de las anfitrionas, pues conocida era su generosidad, su simpatía y lo cercana que era con todo el mundo.

Otilia, en entorno de su casa en Froseira (Boal), en una imagen tomada hace unos años. Miki López

 Jamás tuvo miedo a la soledad, ni a lo que pudiera conllevar. Todo lo contrario. Si hay un ejemplo de resistencia rural esa es el de Otilia González. Hasta hace poco menos de dos años, cuando por su delicada salud se trasladó a vivir con sus familiares, Otilia disfrutó de cada día en su aldea, donde siempre había algo que hacer. También disfrutaba mucho con la lectura y prefería la radio a la televisión porque la primera, al parecer, le hacía más compañía.

Por lo demás, Otilia González López terminó por convertirse en “esa mujerina encantadora que hay en el pueblo, que recibe a todo el mundo tan bien, cuando se pasa por Froseira”, tal y como recordaba a este diario un miembro de su familia. Y es que la gente empezó a ir a Froseria, no sólo por la Cova del Demo, también para conocerla a ella.

 Otilia González López siempre se sintió orgullosa de su pueblín y de su oficio de molinera. Mantenía la sidra “a la fresca” para convidar a algún sediento senderista y le gustaba vivir rodeada de sus animalinos, como ella decía. Se nos fue Otilia pero queda todo lo que enseñó: que no hay edad par ser valiente y feliz al mismo tiempo. Que no hay que tenerle miedo a la vida y que no existe la soledad en la aldea querida.

Otilia González, en otra imagen tomada hace años en el entorno de su molino, en Froseira. Miki López

En ese cartel ubicado a la entrada del pueblo de Froseira, en el que se habla de la importancia de la antigua ferrería y del molino, o de que por allí pasa la famosa ruta turística, ahora también tendrían que poner que allí vivió una mujer que consiguió, por méritos propios, convertirse en inolvidable en la memoria y el corazón del occidente asturiano. Lo que se aprende de la vida con gente como Otilia, no se enseña en ninguna universidad.

 No te decimos adiós, Otilia, sino hasta siempre. Entrañable catedrática de la caleya.  

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