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Busmente, “la pena” de cerrar una escuela

“Cuando se clausura un colegio es porque no hay críos pequeños, y parece que el pueblo se apaga”, lamentan en el núcleo de Villayón

De izquierda a derecha, Beatriz Barrero y Rocío Fernández, junto a sus hijos Martín Vizcaíno, Mikel Acero y Lucas Vizcaíno, ayer, delante de la escuela de Busmente. | T. Cascudo

Dice la popular canción sevillana que “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Algo parecido pasa con el cierre de una escuela, servicio fundamental para el futuro de los pueblos. Así lo sienten los vecinos de Busmente, la pequeña localidad de Villayón que afronta el cierre de una escuela viva desde hace más de setenta años. “Es un lugar que se cierra para siempre y es una pena porque estaba en el pueblo y estaba perfecta”, resume Beatriz Barrero, valdesana afincada en esta localidad de casi cien vecinos desde hace dieciocho años.

Arriba Mikel Acero, junto a Luis Bueno en la entrada principal del centro. Sobre estas líneas, un ciclista atraviesa el núcleo de Busmente. En el círculo, la niña más pequeña de la localidad, Yéssica Los Santos, de un año de edad. | T. Cascudo

El centro contó este curso con seis alumnos. Tres de ellos cambiaban de etapa educativa el curso próximo y los tres restantes impedían alcanzar la ratio mínima de cuatro estudiantes para que el centro continuase operativo. Así pues, serán derivados a la sede central del hasta ahora denominado colegio rural agrupado (CRA) de Villayón, ubicado en la capital del concejo. La distancia no será un problema, ya que les queda a poco más de cuatro kilómetros de sus casas.

Busmente, “la pena” de cerrar una escuela

Las dos familias afectadas (dos de los niños son hermanos) asumen el cierre con pena, pero conscientes de que es una decisión justa. Además, están convencidas de que sus hijos saldrán beneficiados yendo a una escuela con más niños con los que socializar. El CRA de Villayón rondará el curso próximo los cincuenta escolares, atendidos por unos catorce docentes. “Cuando se cierra un colegio es porque no hay críos pequeños, y parece que el pueblo se apaga, aunque por el lado de los niños creo que les vendrá bien estar con más escolares”, dice Rocío Fernández, madre de Lucas y Martín Vizcaíno, de 10 y 6 años, respectivamente.

Busmente, “la pena” de cerrar una escuela

Hace una década, con más de diez niños escolarizados, hubo un intento de cerrar la escuela y ahí el pueblo entero se volcó para impedirlo. “Con muchas vueltas y manifestándonos se logró. Tuvimos mucho apoyo”, recuerda Beatriz Barrero, que ahora asume que es una situación diferente. Con todo, le da pena, porque “no es un problema de hoy, sino para siempre, esto se acaba”. Echa la vista atrás y asegura que, en sus casi dos décadas en Busmente, la localidad ha perdido a más de veinte personas “y nacimientos, pocos”.

Su hijo Mikel Acero fue este curso recién terminado el benjamín del centro, con 6 años. El título de la vecina de menor edad lo ostenta Yéssica Los Santos, que cuenta un añito. Sus padres también lamentan que se clausure un centro donde se formaron sus otros dos hijos mayores: “Es triste”.

“La escuela de Busmente estaba preciosa y ahora la cerraron”, dice resuelto el pequeño Mikel Acero, mientras explica cómo era el día a día en este pequeño centro que se confunde con las casas del pueblo. Se lamenta del cierre al igual que Luis Bueno, de 80 años, que también es exalumno, aunque dice que en su época las horas de escuela eran escasas, pues había que arrimar el hombro en casa. “Da pena que se cierre, pero es natural”, señala este hombre, afincado en Madrid.

La alcaldesa de Villayón, Estefanía González, es consciente del pesar vecinal por el cierre de este servicio: “Me cuentan que ahora no se va a sentir a los niños en el pueblo”. Con todo, defiende el futuro de esta localidad. “Dicen que cuando se cierra una escuela es el fin de un pueblo, pero Busmente está vivo. Es actualmente el pueblo con más cabezas de ganado del municipio y con más actividad económica. Aquí sí hay relevo generacional”, señala. Barrero y Fernández coinciden con ella en que hay mucha actividad en el pueblo, con ocho ganaderías lácteas y alguna más de carne. Consideran, eso sí, que hace falta más apoyo al rural, empezando por unas telecomunicaciones dignas: “Internet falla mucho y es algo que hace falta”.

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