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La piscina natural que vuelve a ser

Rebautizada con el nombre de “Toño Alonso Bedia”, por los méritos contraídos

La piscina natural que vuelve a ser

Después de más de treinta años de debate y especulaciones, de dimes y diretes, Tapia de Casariego pudo inaugurar en 2010 y presumir de una piscina de agua salada, que fue la admiración de toda España. Obra del arquitecto gijonés Jovino Martínez Sierra, recibió grandes elogios dentro del catálogo de presentación de la “II Bienal de Arquitectura de Canarias” en aquel mismo año.

La historia de este bellísimo espacio costero comenzó a primeros de siglo XX cuando la abundancia de la pesca de langosta, hizo ver la necesidad de construir una cetárea que mantuviese este marisco en las mejores condiciones posibles, sobre todo para su exportación a Francia. Después de la Guerra Civil Española y hasta principio de la década de 1970, mantuvo este objetivo hasta que la primera corporación municipal democrática de Tapia (1979) comenzó a calibrar las posibilidades de convertir este espacio costero situado entre la playa y el puerto tapiego, en una piscina natural de agua salada.

De concepción muy moderna y endosada en su propia naturaleza, requería materiales nobles, lo que resolvió con madera tratada, y que sin duda alguna le imprime una sensación de calidez muy agradable a la vista, al paisaje, y no digamos a los usuarios.

Hasta aquí, casi todo maravilloso. Es decir, como tantas veces viene ocurriendo con las grandes obras públicas (esta ha sido gigante para el erario de un modesto ayuntamiento de poco más de cuatro mil habitantes), nunca se pensó en la necesidad de conservarla, ni mucho menos de mantenerla. Todo ello recayó, también, en las manos aguerridas del entonces coordinador de salvamento de playas, el tapiego Toño Alonso, el cual se multiplicaba para hacer que esta piscina natural aprovechase el flujo de bajadas y subidas de mareas, acordes con el caudal necesario de agua para su disfrute; para que estuviese limpia, a la vez que recordando a los bañistas, una y mil veces, la normativa de uso, es decir, de sentido común.

No fue hasta 2018 que se rotuló dicha normativa a la vista de los bañistas. Con todo, nunca ha sido dotada de un socorrista como parece más que aconsejable, ni tampoco concebida como lugar de aprendizaje de la natación, lo que le hubiera añadido un plus de gran interés.

En la primavera de 2019 se produjo un desprendimiento que dio lugar, por seguridad, a su cierre, contingencia que el Ayuntamiento comunicó a todos los organismos oficiales ¿competentes?

Transcurrido casi año y medio, el problema continuó sin resolverse, y la piscina, cerrada por segundo verano consecutivo.

El enfado de los usuarios fue tal, que hasta hubo propuestas para resolver el asunto a modo de Sextaferia.

La Alcaldesa gestionó con los organismos correspondientes, mientras la Demarcación de Costas argumentaba que la solución del problema era competencia del Consistorio que, finalmente, resolvió el problema y la rehabilitación del espacio.

Llama la atención que dicho organismo se haya hecho cargo de un problema similar en la Playa de Torbas (en su vertiente de Coaña), mientras se inhibió en el de la piscina de Tapia de Casariego.

La conclusión es que Tapia pinta nada, absolutamente, en el contexto autonómico asturiano.

Nadie podrá argumentar las diferencias de color político entre el ayuntamiento tapiego, la presidencia de la Federación de Concejos Asturianos (FAC), en manos de alcaldesa franquina (PSOE), y el Gobierno de Asturias, igualmente socialista como el gobierno municipal de Tapia.

Ahora sólo cabe celebrar y disfrutar este equipamiento, con la esperanza de su conservación y la atención adecuada a sus necesidades puntuales, sin esperar a deterioros de envergadura.

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