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La odisea de viajar en el tren de la costa: cuatro horas de Oviedo a Castropol

“Tarda lo mismo que ir a Madrid; lo están dejando morir”, lamentan los viajeros, que padecen continuas averías y retrasos en el servicio

Alicia González, esperando al tren en el apeadero castropolense de Tol. | T. Cascudo

“Vengo a la aventura”, confiesa la castropolense Alicia González de camino al apeadero del tren de Tol (Castropol), donde se subirá a un servicio de Renfe (antigua Feve) con destino Oviedo, su lugar de residencia habitual. En el mejor de los casos tardará casi cuatro horas (la salida está fijada para las 19.05 y la llegada para las 22.55) en hacer un recorrido que en coche se cubre en menos de hora y media. Sin embargo, cuenta esta usuaria, es raro el día en que se cumplen los tiempos: averías, retrasos y cancelaciones son habituales en un servicio “que están dejando morir”.

Como ejemplo, la aventura de este último domingo, cuando LA NUEVA ESPAÑA la acompañó en su viaje para contar lo complejo que es moverse en servicio público de transporte por el Noroccidente. El tren debe pasar por Tol –un apeadero sin ningún tipo de servicio y al que se accede cruzando un terreno de labranza– a las 19.05, pero pasa media hora y no hay ni rastro. González no se inmuta, pues está acostumbrada a las esperas. Sin ir más lejos, el viernes anterior, con el billete en la mano y la confirmación expresa de que habría ruta, cancelaron el servicio por la huelga de Renfe, y el sábado logró viajar pero con media hora de retraso.

Sin embargo, pasan los minutos y empieza a mosquearse. “Esto ya no me gusta”, señala. Contacta entonces con el servicio de atención al cliente de la empresa y le confirman lo temido: el servicio entre Ribadeo (Lugo) y Cudillero se está haciendo en autobús. No obstante, el bus no acude al aislado apeadero de Tol a comprobar si hay usuarios, así que, para no hacerle dar la vuelta, Renfe decide contratar un taxi para ir en busca de Alicia. Llega a Cudillero antes que el autobús, en el que viajan cinco personas. Al final, el tren llega a Oviedo a las once, con cinco minutos de retraso y tras cuatro horas de auténtica aventura.

Cada vez que viene a su casa, en el Occidente, se pasa ocho horas en el vagón de tren (entre ida y vuelta) y casi siempre con alguna anécdota que contar. “No sé cómo pretenden fijar población con estos servicios de transporte público. En tren, por ejemplo, no es posible ir y volver en el día a Oviedo. Se lo cuento a mis amigos de Oviedo y no se lo creen. Es que tardo lo mismo en ir a Castropol que a Madrid”, lamenta esta mujer, que defiende el tren como un servicio cómodo y económico (de Oviedo a Tol le cuesta 10,80 euros).

Tiene claro que, si no se programan horarios más comerciales y no se invierte en mejorar la maquinaria, no será posible la supervivencia del servicio. “Veo desorganización y poca visión. Una desidia grande por parte de todos. Esto está hecho, solo hay que mantenerlo y no dejarlo morir”, lamenta Alicia González.

El acceso, campo a través, al apeadero de Tol.

En la lista de problemas no solo figuran los retrasos y las averías, sino también la falta de control de los usuarios. Por poner un ejemplo, una persona que se sube al tren por la tarde en Tol puede perfectamente hacer el viaje sin pagar un duro y, lo peor, sin que quede constancia de su paso por el tren. En los apeaderos no hay máquinas que expendan billetes, ni ningún tipo de información más allá de un cartel con los horarios. Si no aparece un supervisor, algo que no ocurre en todos los viajes, no hay a quien pagar el billete o a quien contar cualquier incidencia. Esperas a ciegas, sin saber si algo va mal en la ruta. “A veces no hay ni megafonía dentro”, añade esta usuaria.

La protagonista de esta historia empezó a viajar en tren hace relativamente poco, pues hasta la pandemia acostumbraba a desplazarse en autobús. Sin embargo, harta de luchar por la mejora del servicio, cambió de medio de transporte. Le dolió especialmente que se suprimiera la línea “exprés” estrenada en 2019 para los fines de semana y que acortaba el viaje a Oviedo en 40 minutos al recorrer sin paradas el trayecto de Navia a la capital. Una de sus compañeras de fatiga en la lucha por un mejor servicio de autobús es una tapiega que prefiere no dar su nombre, pero sí cuenta cómo es el periplo en Alsa (la empresa que gestiona el servicio) por la costa. “El autobús funciona bien en lo referente a horarios, pero es un auténtico recorrido turístico, tiene demasiadas paradas”, lamenta.

El interior de un vagón, casi sin viajeros.

Esta mujer cubre la distancia entre Oviedo y La Caridad con bastante frecuencia y dice que últimamente se tarda entre dos horas y media y tres en hacer este viaje de hora y cuarto en coche. “Con estas rutas con tantas paradas la gente está dejando de viajar. Casi no es viable usar el autobús para ir al médico a Oviedo, así que con este ritmo acabará por desaparecer el servicio de transporte público en el Noroccidente. Se lo están cargando porque te obligan a ir en coche”, denuncia. Esta usuaria dice que la solución debe pasar por reducir paradas, sobre todo en zonas con otros servicios: “Que se suba una persona en Avilés y se baje en Raíces, a tres kilómetros, no puede ser, porque ahí hay otros servicios”.

La lucha de las familias por un transporte para seguir estudiando


La plataforma creada por varias asociaciones de madres y padres de alumnos del Occidente en lucha por un transporte público digno para que sus hijos puedan cursar Bachillerato y ciclos formativos en igualdad de condiciones que los estudiantes de las ciudades ha fijado una nueva concentración. Será el sábado 16 de octubre, a las 11, frente al Instituto Carmen y Severo Ochoa de Luarca. Las familias se concentrarán bajo el lema “Por un transporte digno para los alumnos de Bachillerato y FP” y reclaman la implicación de los afectados, pero también de cualquier vecino. “Aunque ahora mismo no os afecte, sí puede ser necesario en años futuros, no dejemos morir al Occidente”, señala Josefa Martínez, portavoz de las familias. Este colectivo no solo exige la gratuidad del transporte para los alumnos que quieren seguir cursando el Bachillerato en el mismo centro donde cubrieron el resto de etapas educativas, sino que también reclama que se facilite la movilidad de los alumnos que quieren estudiar un ciclo o un Bachillerato que no hay en su instituto. Para estos casos plantean una línea de transporte entre Luarca y Vegadeo, zona donde están los institutos, o bien adecuar la actual línea de servicio público de Alsa que lleva a Oviedo a los horarios estudiantiles. Así se lo expusieron a los responsables regionales, que prometieron encontrar una solución. De manera paralela, los afectados han recibido una carta del Defensor del Pueblo en respuesta a su escrito exponiendo la situación. Dice el Defensor que al no ser una etapa de educación obligatoria la Administración no está obligada a prestar el servicio de transporte ni a que sea gratuito, pero entiende que el transporte escolar es un servicio que reduce el abandono temprano de los estudios y critica la “falta de consideración de las desigualdades territoriales en el acceso a las enseñanzas secundarias postobligatorias”. En este sentido, ha solicitado información al Principado.


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