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Tonada, voladores y vino para despedir a Antón Chicote, “irrepetible” cangués

El funeral por el carismático hostelero abarrota la basílica y acaba con un brindis junto al féretro: “Siempre tenía una sonrisa”

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Multitudinario adiós en Cangas del Narcea al hostelero Antón Chicote Ana. M. Serrano

Multitudinario y emotivo adiós, con brindis incluido. La basílica de Cangas del Narcea se llenó ayer hasta los topes para despedir al hostelero y bodeguero Antonio Álvarez, “Antón Chicote”, fallecido el pasado viernes a los 74 años debido a una enfermedad. El funeral estaba anunciado a las cinco de la tarde, aunque muchos allegados llegaron al templo una hora antes para firmar en el libro de pésames y “coger sitio”. En el interior y en los alrededores se congregaron centenares de personas, muchas de las que en algún momento coincidieron con un vecino “profundamente querido”.

Los momentos más emotivos se escenificaron a la llegada y a la salida del féretro. Se necesitaron dos coches fúnebres para transportar las coronas de flores de familiares y de amigos de la hostelería, el mundo del vino y la tonada. También la hubo de los residentes en su pueblo natal, Limés. Justo antes de que el ataúd fuera recibido en el templo sonó la voz del cantante de tonada Vicente Prado, “El Praviano”, quien con Emilio Álvarez al acordeón y Jaime Alonso al tambor entonó una pequeña canción compuesta para el fallecido: “Qué contentos van ponese / los anxelinos del cielu / que amigos también son tuyos / porque yos vas a llevar / el vino de Penderuyos”. Siguió al tema una marcha celta y no faltaron los espontáneos aplausos al término. La emoción y el dolor desbordaron a todos los presentes.

Miguel Vilariño fue el encargado de oficiar el multitudinaria funeral. Tuvo el religioso un recuerdo especial para el fallecido al señalar que durante “toda su vida hizo el bien”. “Siempre recibía con tono amable, era una persona muy conocida y querida. Hoy despedimos con tristeza a Antón”, resumió el sacerdote, quien excusó la presencia del arcipreste, Juan José Blanco, por tener un compromiso religioso con su familia.

Asistentes al funeral, a las puertas del templo. | A. M. Serrano

En la iglesia no faltaron las lágrimas. Principalmente las de los hermanos y sobrinos del fallecido, pero también las de vecinos que por la faceta de hostelero de Antón coincidían con él casi a diario. La canguesa María del Mar Rodríguez no dudó en recordar el “carisma” de Chicote. “Siempre estaba de buen humor, siempre tenía una sonrisa. Era un hombre bueno”, opinó. El mismo recuerdo se repetía en otros grupos de asistentes, todos con “gran pesar” por tener que dar el último adiós al bodeguero.

“Le gustaban los chistes y los refranes y todos en Cangas conocemos ese lema: ‘Si quieres estar bien del corazón, bebe vino del Antón’”, contó Antonio García, otro de los allegados. Y precisamente porque el fallecido tenía carácter alegre, porque era locuaz, divertido y tenaz en sus asuntos empresariales y personales, porque fue uno de los padres del Vino de Cangas, hoy Denominación de Origen, al salir el féretro veinte personas del mundo de la viticultura se acercaron a la caja fúnebre y cerca de ella brindaron con producto de la bodega del fallecido. “Tenemos el cuerpo aquí y tenemos el alma (por el vino) de Chicote”, dijo el presidente de la Denominación de Origen, José María Martínez.

Bodegueros y viticultores de Cangas del Narcea brindan junto al féretro de Antón Chicote, ayer, a la entrada de la basílica, tras el funeral. | A. M. Serrano

Los aplausos fueron sonoros como lo fueron los voladores que sorprendieron a los presentes al término del funeral y del brindis. Tardó después la gente en dispersarse porque nadie quería dejar atrás el templo sin que antes lo hiciera, ya para siempre, Antón Chicote. “Se va un vecino insustituible e irrepetible”, destacó emocionado José María Martínez. Cerca estaban algunos políticos. Asistieron, entre otros, el alcalde de Cangas del Narcea, José Víctor Rodríguez; el consejero de Cohesión Territorial, Alejandro Calvo, y el director de Agricultura y Pesca de la Delegación del Gobierno, Enrique Rodríguez.

Tras la formal despedida y unas primeras horas de tarde con sol y nube, empezó a llover. Tímidas gotas cayeron sobre suelo cangués, concejo decidido a llorar a su vecino y a “no olvidar” su faceta “bonachona” y “comprometida” con las luchas de una parte de la Asturias rural que quiere tener futuro. “Va por ti, Antón”, remataron.

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