Cien años de "El Industrial", la "catedral" del mar

"Rompió moldes", dice Álvaro Platero sobre el bergantín-goleta botado el 18 de diciembre de 1922 desde al astillero de La Linera (Castropol)

Una imagen tomada en Bueu (Pontevedra) en 1928 por el fotógrafo José María Massó, y publicada en el libro «Archivo José María Massó», que muestra a un tripulante lanzándose al agua desde el barco.

Una imagen tomada en Bueu (Pontevedra) en 1928 por el fotógrafo José María Massó, y publicada en el libro «Archivo José María Massó», que muestra a un tripulante lanzándose al agua desde el barco. / T. Cascudo

"A la hora de la pleamar, aproximadamente a las tres y cuarto de la tarde, se procedió a quitar los obstáculos que aguantaban el barco, empezando éste a deslizarse majestuosamente hacia el mar (…). El momento fue conmovedor por todos los conceptos, viéndose la gallarda nave mecerse sobre las aguas, presentando hermoso golpe de vista y causando la admiración de todos". Así narró el desaparecido periódico "Castropol" la botadura en el astillero local de La Linera del bergantín-goleta "El Industrial", uno de los últimos grandes veleros mercantes que se construyeron en la ría del Eo. Hoy se cumplen cien años de aquel acontecimiento que marcó un hito en la construcción naval de las riberas del Eo.

Cien años de "El Industrial", la "catedral" del mar

El barco, el día de su botadura, en La Linera. / T. Cascudo

La embarcación, encargada por la firma maderera La Industrial, de Tapia, medía 38 metros de eslora por 8,60 metros de manga y fue definida en su época como una "catedral en madera". Su construcción comenzó en 1919 y su bautismo tuvo lugar el 18 de diciembre de 1922, convertido en un gran acontecimiento que reunió "gentes de todas partes para presenciarlo, especialmente de Tapia, Figueras, Castropol y Ribadeo, juntándose un contingente numerosísimo". De hecho, llegó a suspenderse la actividad lectiva en la zona para permitir a toda la vecindad participar en la fiesta de botadura.

Cien años de "El Industrial", la "catedral" del mar

«El Industrial», en un astillero de Vigo. / T. Cascudo

"El barco rompió moldes en su época. Tenía una forma espectacular con sus tres palos y unas líneas preciosas", señala el empresario y dueño de Astilleros Gondán, Álvaro Platero. Precisamente, su bisabuelo, Francisco Díaz Fernández "Francisco de Gondán", fue uno de los tres maestros carpinteros que dirigieron al equipo que construyó el velero.

Cien años de "El Industrial", la "catedral" del mar

La detallista maqueta de la embarcación elaborada por Pepe de Pacho. / T. Cascudo

En el libro que en 2017 editó su hermana, María José Platero, narrando la trayectoria del astillero de Figueras, se recoge la historia de este buque, que durante sus primeros años realizó travesías transoceánicas. "Fue un barco muy grande en su época, fuera de lo normal. En su momento, constituyó un hito y es una pasada que en aquella época se hicieran barcos así en La Linera. Para mí es un orgullo seguir haciendo barcos en la ría del Eo y seguir rompiendo moldes como en su día hizo El Industrial", añade Platero, quien subraya el paso adelante que dieron hace un siglo, con pocos medios y tecnología, el armador y el constructor de este buque.

Cien años de "El Industrial", la "catedral" del mar

El buque, en el año 1949, varado poco antes de proceder a su desguace definitivo en Ribadeo, con Castropol al fondo de la imagen. / T. Cascudo

El primer viaje que realizó "El Industrial", con sede en el puerto lucense de Ribadeo, fue a La Habana (Cuba) a recoger azúcar. Sin embargo, no salió bien parado de estas travesías, ya que las altas temperaturas de las aguas caribeñas dañaron la madera del casco y tuvo que ser reparado. Cuenta José Félix González, el afamado carpintero de ribera conocido por Pepe de Pacho, que el único "defecto" de la embarcación fue el empleo de madera de roble en lugar de la de pino en su forro exterior o banzo, lo que le provocó daños por el contacto con aguas demasiado calientes.

La maqueta de "El Industrial" tiene un lugar destacado en su museo de Piñera. Precisamente fue su cuñado, el profesor Ignacio Vares, quien se percató de la fecha del centenario, mientras elaboraba el libro sobre la historia vital del artesano castropolense. Vares pone de manifiesto la importancia del astillero de La Linera (A Lieira, en la zona), donde llegaron a construirse dos galeras para la Armada Invencible. "La abundancia de madera en los montes de la comarca occidental de Asturias y los afamados maestros artesanos en construcción naval favorecieron un auge considerable en la fabricación de embarcaciones de cabotaje, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX", añade. Con todo, en el primer tercio del siglo veinte siguieron fabricándose barcos de este tipo, caso del vapor "Astur Galaico", botado en 1918, y del protagonista de esta historia, nacido cuatro años después.

"Ese barco era una joya, se hizo para andar con carga, pero parecía un yate. Era muy guapo, con unas líneas preciosas", concluye Pepe, que durante años estuvo al frente de Astilleros Pacho. Su sobrino Martín regenta hoy esta carpintería de ribera y también se deshace en elogios hacia "El Industrial": "Hacer un barco de esa categoría con los medios que podían tener en aquellos años te puedes imaginar lo que supuso. El barco es una pasada, con unas líneas muy elegantes y estaba muy bien construido".

Otro de los sobrinos de Pepe de Pacho, Carlos Roberto de Pacho, escribió en 2015 un artículo en una revista gallega de divulgación de la cultura marítima y fluvial, recopilando toda la historia de "El Industrial", del que subraya que "llamó la atención" en todos los puertos a los que arribó porque "ya no era habitual ver un velero de su porte". Considera que por esa razón se conservan muchas imágenes antiguas de la embarcación, como una de 1925 cargando cebollas en el puerto de Ribadeo o aquellas en las que aparecen los hermanos Massó, en Bueu (Pontevedra), tirándose al mar desde el mástil principal.

Aunque se estrenó cruzando el Atlántico, se dedicó mayoritariamente a realizar travesías entre los puertos atlánticos y mediterráneos, cargando principalmente sal y madera. El armador tapiego lo vendió en 1939 a un vecino de Noya (La Coruña), que le instaló un motor. En 1946 fue comprado por la compañía madrileña Cristóbal Colón, que operó la embarcación hasta su desaparición en 1949. Precisamente, fue a morir en las mismas aguas que le vieron nacer, pues fue desguazado en Figueras tras 27 años en activo.

La memoria del buque, de quien el escritor franquino Francisco Fidalgo dijo que "fue el último esfuerzo de este sueño de gloria de la navegación a vela", se guarda en las riberas del Eo, pero también en San Ciprián (Lugo), de donde procedía buena parte de su tripulación en los primeros años. Lejos queda la fiesta de su botadura, pero el recuerdo de este impresionante barco sigue vivo a orillas del Eo, donde siguen fabricándose colosos que cruzan los mares.

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