La impresionante saga de los Mon: cuatro hermanos nacidos en San Martín de Oscos que llegaron a lo más alto del Estado y la curia en el siglo XVIII

"Son personajes de mucho fuste, es una lástima que aquí hayan pasado desapercibidos", señala el cronista de los Oscos, José Antonio Álvarez Castrillón

Fachada principal del palacio de Mon.

Fachada principal del palacio de Mon. / T. Cascudo

El regreso a casa, hace unos días, del retrato de Arias Mon y Velarde, último mayorazgo de la Casa de Mon, puso el foco en la brillantez de la última generación nacida en este impresionante palacio de San Martín de Oscos que espera por su ansiada rehabilitación integral. Los cuatro varones ocuparon puestos de alto rango en el Estado y la curia, pese a que sus carreras apenas hayan sido estudiadas. “Son personajes de mucho fuste, una cosa insólita y es una lástima que aquí no se conozcan y hayan pasado desapercibidos”, señala José Antonio Álvarez Castrillón, profesor de la Universidad de Oviedo y cronista oficial de los Oscos.

Suyo es el único trabajo en profundidad sobre la historia del palacio y sus pobladores. “La Casa de Mon: memoria de un linaje” se editó en 2017 y repasa la trayectoria de la familia entre los siglos XV y XIX. No obstante, señala Álvarez Castrillón, el origen de la casa “casi se puede remontar al siglo XIV y llega al XX, porque la última descendiente directa se localizó en la calle Cimadevilla de Oviedo”. En esta publicación y también en la exposición permanente que se inauguró en 2015 en las propias dependencias del palacio tienen un lugar destacado los cuatro personajes más sobresalientes de la Casa, nacidos en el siglo XVIII, momento de máximo esplendor de su linaje: Arias Mon y Velarde (1740-1811), José Antonio Mon y Velarde (1742-1818), Juan Antonio Mon y Velarde (1747-1791) y Romualdo Mon y Velarde (1749-1819).

Álvarez Castrillón posa junto al cuadro de Arias Mon que cuelga en el salón de plenos de San Martín.

Álvarez Castrillón posa junto al cuadro de Arias Mon que cuelga en el salón de plenos de San Martín. / T. Cascudo

Arias Mon y Velarde se acabó convirtiendo en el mayorazgo de la Casa al fallecer el primogénito de los ocho hermanos (tuvieron otras tres hermanas). “Como segundón que era, al no estar llamado a heredar el mayorazgo, se orientó al estudio”, cuenta Castrillón, que indica que su primer destino relevante fue en Zaragoza, como alcalde del crimen en la Real Audiencia de Aragón. En Aragón llegó a dirigir la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, pero, el puesto más relevante lo alcanzó en 1807, cuando llegó a ser gobernador interino del Consejo de Castilla. Le correspondió instruir el proceso contra el Motín de El Escorial y también afrontó la invasión francesa como mayor autoridad del reino. Lo apresaron los franceses y acabó muriendo en París, en 1811. Fue unos años después cuando su familia mandó copiar el retrato que Andrés Merclein le pintó en 1740. Esa copia fue comprada hace unos años por la Junta General del Principado y ahora está colgada en el Ayuntamiento de San Martín a la espera de que llegue a buen término la rehabilitación del palacio de Mon donde, en palabras del Alcalde, debe estar su lugar.

Retrato de Juan Antonio Mon y Velarde.

Retrato de Juan Antonio Mon y Velarde. / R. T. C.

José Antonio Mon y Velarde, que llegó a ser conde del Pinar por matrimonio, tuvo una carrera paralela a la de Arias. En 1787 fue nombrado oidor de la Real Chancillería de Valladolid y en 1794 figura como integrante del Consejo del Reino. En 1796 ingresó en el Consejo de Castilla, aunque “durante el convulso periodo de Godoy es relegado al tiempo que Jovellanos cae en desgracia”. Álvarez Castrillón destaca, como detalle de su relevancia, su participación en la fundación del Museo del Prado.

Romualdo Mon y Velarde desarrolló “una brillante carrera eclesiástica” y tuvo una estrecha amistad con Jovellanos quien “lo recuerda en algún escrito como ‘el oscense’ y ‘amado concolega”. Sus cargos más relevantes fueron el de arzobispo de Tarragona, que era en 1803 la diócesis catalana más importante, y de Sevilla, su último destino. Como curiosidad, mandó reconstruir el palacio arzobispal de Tarragona, pues resultó gravemente dañado en la guerra de la Independencia. Por eso en su portada luce aún hoy el escudo de armas de la Casa de Mon.

Retrato de Romualdo Mon y Velarde.

Retrato de Romualdo Mon y Velarde. / R. T. C.

En el centro de Medellín (Colombia) se puede contemplar un busto dedicado a Juan Antonio Mon y Velarde, pues, tal y como señala Álvarez Castrillón, el asturiano es considerado allí “un auténtico reformador, el arquitecto de lo que es el país en la modernidad”. Se graduó como bachiller en Cánones y Leyes e hizo carrera al otro lado del Atlántico. Tras pasar por Guadalajara y Nueva Granada, en 1785 llegó como juez y visitador a la provincia de Antioquia (Colombia) “con el encargo de mejorar la economía y el gobierno de una comarca muy abandonada, sometida a las corruptelas de funcionarios ineptos”. Cuenta el cronista de los Oscos que “en apenas cinco años, desarrolló una labor colosal por la que aún hoy es celebrado en Colombia como un gran ilustrado y en particular como reformador de la estructura agraria, minera y monetaria de Antioquia”. En 1790 logra una plaza en el Consejo Supremo de Indias, pero no llegó a disfrutar su ascenso, pues falleció a los pocos días de llegar a España.

La exposición permanente con la historia de la Casa de Mon que se puede ver en el palacio.

La exposición permanente con la historia de la Casa de Mon que se puede ver en el palacio. / Tania Cascudo

“Su solidez intelectual y un perfil abierto a la renovación encajaron bien en el despotismo ilustrado imperante, en cuyos usos destacaron todos ellos, particularmente en las Sociedades Económicas o en las iniciativas culturales ilustradas, y ya bajo el reinado de Carlos IV su madurez encuentra la cima de sus destinos profesionales”, escribe Álvarez Castrillón, quien subraya el papel que jugaron en la carrera de estos cuatro hermanos dos de sus tíos, con buenas posiciones en la Universidad de Salamanca. “Cabeza tenían, pero también los contactos necesarios”, añade. De hecho, Romualdo Velarde y Prada (tío materno) llegó a ser obispo de Ávila y acogió a los hermanos en el colegio que él fundó y donde los Mon coincidieron con otros asturianos sobresalientes como Jovellanos.

 La teoría de Álvarez Castrillón es que quizás su vinculación a una “onda reaccionaria que tuvo poco interés para la historiografía” pudo haber provocado que esta generación “formidable” quedara en la penumbra. “Si hubiesen tenido otras orientaciones políticas, a lo mejor estarían más reconocidos”, abunda Castrillón, quien sostiene que son “personajes de su época” y no es justo juzgarlos desde los patrones actuales.

Imagen de la zona interior del palacio.

Imagen de la zona interior del palacio. / R. T. C.

Poco o nada se sabe de las tres hermanas de esta brillante saga pues, al no conservarse el archivo de la Casa, su rastro está difuminado. “Las mujeres son grandes luchadoras y, en muchas épocas, sostienen la Casa, pero están a la sombra. Figuran en las partidas y pude reconstruir un poco su existencia, pero sin testimonio de nada”, lamenta Castrillón. Aparte de Arias, pues era el mayorazgo, desconoce si los demás hermanos varones mantuvieron contacto con Mon o si volvieron a su aldea natal tras su triunfo profesional. No obstante, la hipótesis de Castrillón es que no lo hicieran porque “no tenían nada a qué volver”. Su memoria sigue viva entre las paredes de un palacio, joya arquitectónica de los Oscos, que aguarda por el plan anunciado recientemente por el Principado para su restauración y conversión en una Escuela de Gastronomía Rural.

Visitantes en el palacio en una imagen de archivo.

Visitantes en el palacio en una imagen de archivo. / R. T. C.