¿Cuándo se descubrió la mantequilla? ¿Cuándo se comenzó a consumir con pan? ¿Cuál es la diferencia con la margarina? Son algunas de las preguntas a las que se puede encontrar respuesta visitando el museo que ha abierto en sus instalaciones la empresa Mantequera de Tineo, en el polígono industrial de La Curiscada. El centro permite al visitante conocer el proceso de elaboración de este preciado producto observando directamente el quehacer diario en la fábrica.
La visita empieza en la zona de tienda, en la que se exponen piezas antiguas que recuerdan cómo era la fabricación de mantequilla hace un siglo, la edad que ya supera esta empresa tinetense, que forma parte del grupo Cafento. Mantequera de Tineo comenzó su andadura en 1920 con la marca Imperial y, ahora, también tienen la marca Lorenzana, incorporada a finales de los años noventa del pasado siglo. En sus inicios, por el concejo se extendían puntos de recogida de leche en los que había una desnatadora para extraer la materia prima de la mantequilla: la nata. Esa máquina es la primera que se puede ver en la exposición, seguida de una mazadora de grandes dimensiones, encargada de batir la nata para conseguir la mantequilla. Esos fueron los comienzos de Mantequera de Tineo. Aunque ahora las maquinas utilizadas son más modernas, el proceso de elaboración sigue siendo totalmente artesano.
“Es una mantequilla artesanal desde los inicios. Nosotros al proceso añadimos un paso más, el amasado en el manaser, un aparato con rodillos que levanta y apisona la mantequilla con la ayuda del maestro mantequero, que hace que se obtenga una mantequilla más untuosa y nos permita echar sal natural”, explica Pedro Álvarez, director comercial de Mantequera de Tineo.
Alrededor de las máquinas se pueden ver estantes con antiguas lecheras, que también cuelgan del techo convertidas en lámparas, y las jarras medidoras, las características latas que utiliza la marca para envasar su producto, entre otros objetos tradicionales.
Una puerta deja atrás la tradición para dar paso a un museo interactivo lleno de sorpresas. El holograma de un maestro mantequero es el encargado de dar la bienvenida al visitante, que antes de avanzar puede saciar su curiosidad apretando unos pulsadores en los que se dan a conocer, a través de cuidados vídeos cortos, las singularidades de la mantequilla.
“Con el museo buscamos potenciar nuestro sentimiento por lo artesano, por la tradición y el entorno rural. Aquí se hizo una inversión muy grande porque consideramos que hay que apostar por este Suroccidente tan castigado”, señala Álvarez. Además, está la intención de difundir “la cultura mantequera entre la población y que se conozca el trabajo que hay aquí detrás”, añade la técnica de marketing Andrea Arruñada.
Precisamente, uno de los principales atractivos del museo es el poder ver por dentro la fábrica. Unas cristaleras descubren al visitante las instalaciones, pudiendo observar el trabajo del maestro mantequero amasando la mantequilla en el manaser o cómo se va enlatando el producto. En este caso, en un proceso ya mecanizado.
Lo audiovisual está muy presente en el recorrido. Tanto, que el final de la visita se produce bajo una cúpula en la que se proyecta un vídeo en 360 grados, lo que se conoce como proyección “fulldome”, que recoge la recreación de escenas de antaño de cómo era la producción casera de mantequilla y las venta en mercados hasta imágenes actuales.
El museo también está pensado para los niños, que pueden experimentar, por ejemplo, ordeñando a la mascota del centro, la vaca “Marcelina”. “Nos dirigimos también a visitas de colegios para que la cultura lechera impregne a las nuevas generaciones”, apunta Arruñada. En La Mantequera consideran interesante mostrar de dónde vienen los productos que luego se compran en las tiendas. “Antes era fácil ver en casa cómo se hacía mantequilla, pero los niños de ahora casi no saben ni de dónde viene”, afirma Álvarez.
Las puertas de las nuevas instalaciones de Mantequera de Tineo, inauguradas en 2020, llevan unas semanas abriéndose para los visitantes. Entre los que se animan a conocer la fábrica hay tanto vecinos del concejo como turistas. Cuando se trata de los lugareños, la visita se enriquece, puesto que comparten con los trabajadores anécdotas. “Nos contaron que en los años de la posguerra, para mandar chorizos o carne a los emigrados, que por lo visto no estaba permitido, pedían a Mantequera las latas para poder introducirlos y mandarlo como si fuera mantequilla”, detalla Pedro Álvarez. La visita es gratuita y tan solo se necesita concertar cita previa.