Elva Álvarez y César Cotarelo, cuatro décadas de amor y empresa en Vegadeo

El matrimonio, originario de los Oscos, recibirá el premio al "Comerciante Decano" que entrega Ascove durante la Feria de Muestras veigueña: "Se agradece que alguien valore tu esfuerzo"

T. Cascudo

Nacieron y se conocieron en Santa Eulalia de Oscos, pero el trabajo y los estudios motivaron su marcha a Gijón. Sin embargo, el terruño siempre les tiró mucho y, tras su matrimonio, no dudaron en regresar a su comarca natal y probar suerte en el entonces incipiente sector de la carpintería de aluminio. Es la historia de César Cotarelo y María Elva Álvarez el matrimonio que, en 1983, fundó en Vegadeo la empresa "Aluminios Cotarelo", que ahora dirige su hijo Camilo. El próximo viernes, aprovechando el cuarenta aniversario de la entidad, serán reconocidos con el galardón al "Comerciante Decano", que entrega anualmente la Asociación de Comerciantes de Vegadeo (Ascove) con motivo de la Feria de Muestras veigueña.

Desde Ascove explican que el reconocimiento tiene el objetivo de aplaudir la trayectoria de los socios más veteranos y agradecer su dedicación y trabajo. "Los homenajeados de este año, tras una andadura profesional de cuarenta años, son un claro ejemplo de superación, apuesta por el territorio y de innovación, al ser pioneros en su actividad en la zona, en una empresa que hoy tiene continuidad en su hijo", señala el colectivo empresarial veigueño.

César Cotarelo y Elva Álvarez en el interio de la carpintería.

César Cotarelo y Elva Álvarez en el interio de la carpintería. / T. Cascudo

"Agradecemos mucho el homenaje; siempre es un orgullo que alguien te valore el esfuerzo realizado", apunta Álvarez, que se jubiló el año pasado. Quince años antes, por motivos de salud, lo había hecho su marido. Ambos tienen claro que el secreto del éxito de un negocio es "darlo todo y luchar sin mirar el tiempo que dedicas". La capacidad de sacrificio, la responsabilidad de cumplir con la palabra dada y la buena atención al cliente son, a su juicio, las claves de que su pequeña empresa familiar haya logrado sobrevivir al paso del tiempo y pueda gozar de buena salud. Hoy da empleo a seis personas en una nave ubicada en la localidad de Piantón.

César Cotarelo siempre tuvo claro que no quería seguir con la ganadería familiar en su pueblo natal de Ventoso, así que partió a Gijón para trabajar en un taller de aluminio. Allí conoció un oficio que le brindó una oportunidad para emprender en casa: "Gijón se me hacía grande, la ciudad no es para mi". Por su parte, Elva dejó su pueblo de Quintela para estudiar Ciencias Empresariales en la ciudad gijonesa. Se ganaba la vida dando clases y con pequeños trabajos, pero decidió acompañar a su ya marido de vuelta a casa. "Nunca nos arrepentimos de venir, fue una buena decisión y enseguida nos adaptamos", relata Álvarez, que asumió todo el papeleo de la empresa.

Los comienzos, relata Cotarelo, "fueron peores de lo que pensaba". Y es que tenía en mente poner en marcha la empresa un mes de enero con un millón y acabó comenzando en abril con tres millones de pesetas de deuda. "Lo bueno es que trabajo tuve desde el primer día y pronto pude devolver todo lo que debía", cuenta Cotarelo, al tiempo que su esposa destaca su buena maña en el trabajo y su inteligencia.

Sus hijos Camilo y María en su primera sede en la Avenida de Taramundi, de Vegadeo.

Sus hijos Camilo y María en su primera sede en la Avenida de Taramundi, de Vegadeo. / R. T. C.

El empresario recuerda que el primer trabajo que realizó en su local de la Avenida de Taramundi fueron unas ventanas de corredera para un pueblo de los Oscos que tardó dos años en cobrar. Sin embargo, el boca a boca funcionó bien y no pararon de llegar nuevos pedidos. Por aquel entonces, era el único de Vegadeo y de los pocos de la comarca que trabajaban con aluminio.

Cuando a principios de los noventa del siglo pasado les ofrecieron una nave en desuso en la localidad de Piantón dudaron si alquilar una parte. "A mi me parecía muy grande y propuse vender un cacho. Nuestro local de Vegadeo era la décima parte de esta nave, pero, mira, ahora, hasta se queda pequeña", reflexiona Elva sobre la buena marcha de una firma que actualmente fabrica infinidad de ventanas y puertas para particulares, pero también a demanda del sector de la construcción y del naval. La mayor parte de su producción se queda en los alrededores, pero han llegado a enviar artículos a puntos alejados como Liverpool o los Alpes franceses. "Lo fundamental es el trato al cliente y creo que podemos presumir de clientela fija", apunta la homenajeada.

Camilo (en el centro) trabaja en la reparación de una lancha junto a dos empleados, mientras sus hijos juegan a bordo.

César (en el centro) trabaja en la reparación de una lancha junto a dos empleados, mientras sus hijos juegan a bordo. / R. T. C.

Cuando su marido se jubiló, Elva confiesa que pasó unos años difíciles hasta que su hijo Camilo, ingeniero industrial de profesión, se animó a tomar las riendas. "Fue una alegría que quisiera seguir con esto. Le dio valor a lo que habíamos construido y, aunque pudo seguir otro camino, le gusta mucho la zona y decidió apostar por seguir con el negocio", reflexiona el matrimonio, convencido de que merece la pena seguir apostando por el territorio más occidental.

El matrimonio observando el trabajo en el taller.

El matrimonio observando el trabajo en el taller. / T. Cascudo